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La Reserva Ecológica Costanera Sur - Patrimonio Natural y Cultural de la Ciudad de Buenos Aires<br />
Percibamos las emociones<br />
que la naturaleza transmite<br />
Otra opción es “escuchar” a los buibés. Éste es el nombre guaraní de los<br />
alisos de río. Si permanecemos cerca de ellos sin hablar, se oye un sonido<br />
muy similar al agua corriente. Sin embargo, en las lagunas y bañados el agua<br />
está estancada. -¿Qué será eso que oímos, entonces? –pregunta el guía. Y<br />
enseguida comenta que se trata de los animales escondidos. Los pueblos<br />
originarios decían que eran los duendes del bosque.<br />
Una antigua leyenda guaraní afirma que “...cuando llegaron los españoles<br />
al Río de la Plata, los primitivos habitantes de estas tierras se escondieron y<br />
nunca más salieron. Son sus almas, las que se escuchan...” El guía aclara<br />
que en realidad, la madera blanda de los troncos de alisos cruje y emite ese<br />
sonido. Actúa como “caja de resonancia” ante el continuo movimiento de las<br />
hojas y los animales.<br />
La Reserva Ecológica Costanera Sur ofrece la posibilidad de visitarla también<br />
de noche y percibir todas sus potencialidades a la luz de la luna. Este paseo<br />
se realiza a través de un circuito que permite conocer su flora y fauna a través<br />
de los sentidos.<br />
En los itinerarios nocturnos los visitantes recorren durante tres horas lagunas,<br />
bosques y pastizales con un guía especializado. En determinado momento,<br />
éste indica cerrar los ojos y caminar unos metros por el sendero del bosque<br />
de alisos, por ejemplo. -¿Qué escuchan? – interroga. Y prosigue –ahora...<br />
¡tápense también los oídos! – Lo primero que se percibe son los latidos de<br />
nuestro propio corazón y cada mínimo movimiento que realicemos.<br />
La oscuridad nos aclara...<br />
La pregunta -¿Quién conoce a David Copperfield? alerta a los visitantes. El<br />
guía prosigue: - Bien, ahora vamos a cerrar los ojos un buen rato e imaginar<br />
que todo lo que está a nuestro alrededor desaparece por arte de magia para<br />
escuchar solamente el ruido de la naturaleza ... Entre risas de excitación y<br />
miradas cómplices, chicos y grandes siguen las indicaciones del guía.<br />
Cuando cerramos los ojos, cobra singular importancia el resto de los sentidos,<br />
excluyendo el de la vista, que anulamos premeditadamente durante<br />
esta experiencia. Un sinfín de sonidos armoniosos provenientes de los anfibios<br />
e insectos de hábitos nocturnos engalana la oscuridad del gran espacio<br />
verde, ensombrecido frente a las luces de la ciudad.<br />
Los visitantes parecen olvidarse que se encuentran en la ruidosa Buenos<br />
Aires... Al ponerse el sol, la quietud y el encanto de la noche en este espacio<br />
tan especial intensifican el asombro y la sensibilidad del público.