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La Reserva Ecológica Costanera Sur - Patrimonio Natural y Cultural de la Ciudad de Buenos Aires<br />
“Latir” con la naturaleza<br />
De este modo, el guía explica a los visitantes el sistema de eco-localización de<br />
los murciélagos, similar al accionar de un radar. ¡Constituye una perfecta adaptación<br />
a su medio para poder orientarse! Y comenta que los murciélagos de la<br />
Reserva se alimentan de insectos. Por lo tanto, son muy útiles en el control de<br />
plagas como mosquitos y polillas que constituyen parte de su dieta.<br />
Luego de esta afirmación, no son pocos los visitantes que se sorprenden.<br />
¡Es que el imaginario popular los confunde con los vampiros! Éstos no habitan<br />
las áreas templadas del mundo y representan sólo el 0,3 % de los murciélagos<br />
del planeta. Esto quiere decir que sólo tres de las aproximadamente<br />
mil especies totales son hematófagos, o sea, se alimentan de sangre.<br />
-¿Seguimos con otro entretenimiento?- pregunta el guía. La siguiente propuesta<br />
lúdica es ampliamente aceptada por unanimidad. Ante el movimiento<br />
afirmativo de las cabezas de los visitantes, propone “jugar a la vivorita”.<br />
Los participantes se colocan en fila y se toman por los hombros. Cierran los<br />
ojos y caminan. El recorrido se convierte en un trayecto sigzagueante. Luego<br />
de un corto trecho, se ubican todos en círculo y abren los ojos. El guía explica<br />
que cada integrante del juego es una vértebra de la serpiente. Atraviesa<br />
su ambiente natural describiendo “eses” con su cuerpo.<br />
En determinado momento el animal forma un círculo, para proteger a sus<br />
huevos o atacar a su presa. De todas maneras, indica no alertarnos, ya que<br />
sólo una de las numerosas serpientes de la Reserva es venenosa, y no suele<br />
tomar contacto con los grupos de personas si no se exponen.<br />
Las tres horas que demanda el circuito pasan volando ante impresiones espectaculares,<br />
incomparables, mágicas, que se reflejan en las facciones de<br />
los visitantes.<br />
-Está bueno “perder el tiempo” en este lugar- bromea un hombre de unos<br />
cuarenta años que participó de la experiencia. Y enseguida acota: -me refiero<br />
al ocio, al “disfrute” que me produjo el hecho de haber venido, sin que yo<br />
haya hecho nada más aquí que seguir las indicaciones. Me di una “panzada”<br />
de naturaleza pura - comenta espontáneo, sin erudiciones ni grandilocuencias.<br />
Y luego agrega: -No conocía este lugar. Y después de venir por primera vez<br />
me queda una sensación de valor incalculable, tanto recreativo (y por eso<br />
me refería recién al ocio) como informativo - educativo. Lo más genial de<br />
todo -creo haber descubierto- es lo que nos genera la clave, la esencia de<br />
la propia Reserva. Si bien aprendí un montón, ahora me voy con muchas