Hacia una fenomenología del lenguaje iconográfico - CIAF

una categórica axiología de la tipificación
clasista, en tanto cuanto la posesión se
convierte en el factor fundamental para
“optimizar” el bienestar, ser parte de
“selecto grupo” reconocido socialmente,
o simplemente no quedar en la
marginalidad total por el hecho de no
poseer tal o cual valor comercial. La
arquetipología social como génesis
simbólica de los modelos humanos radica
en el poder que se le otorga a los
artilugios, dada la creciente atribución de
calidades, cualidades y soluciones nacidas
del hombre, aunque su paradoja integra
su necesidad de independencia, con su
necesidad de dependencia: Depender del
producto para ser, figurar, existir y vivir
con comodidad, de otra forma es
imposible concebir la arquetipología
social.
El poder para clasificar y tipificar la
esencia humana: ―Y, mientras este destino
natural podría parecer relacionado con algo como
el instinto de autoconservación, el nuevo destino
experimental, al cual la raza humana se dedica,
arrasa con todo instinto de autoconservación 106 ‖.
El artefacto conmina al sujeto a pensar en
su conservación y en el modo como este
puede optimizar su calidad de vida, lo que
simboliza una tipificación de la existencia
en función de los usos, los servicios y las
posibilidades específicas que brinda la
tecnología, de allí que el hombre sea
clasificado con base en lo que consuma,
use e identifique como propio. El auto,
cual respaldo identitario de una sociedad
clasificada en estrato hace parte de una
topología humana donde a mayor
renombre de la marca, más validez y
reconocimiento social va a tener el sujeto
y donde a menor renombre o valor de la
marca, mayor será la marginación social,
en un sentido de isomorfismos
incluyentes y excluyentes, imbricados por
la dialéctica del consumo como lenguaje
“ideal” de la valoración humana.
106 BAUDRILLARD, Jean (2002) La ilusión vital. Siglo
XXI. Buenos Aires. Pág. 15
EL LENGUAJE ICONOGRÁFICO: MITOLOGÍAS EN LA ERA DIGITAL
42
El poder para determinar los
imaginarios: ―Todo su camino es una
búsqueda de similitudes: las más mínimas
analogías son solicitadas como signos adormecidos
que deben ser despertados para que empiecen a
hablar de nuevo 107 ‖. Por último el artefacto
tiende a definir imaginarios en tanto
cuanto el diseño, la estructura y la
materialización del mismo, genera per se
una alegoría tácita y perceptible,
susceptible de ser interpretadas de diversa
manera. Véase en las propagandas y
piezas publicitarias como la marca del
vehículo en su simbolismo recupera toda
una animalidad (caballos, toros, águilas)
que tiende al imaginario del instinto, la
irracionalidad o el brío bestiario; más aún,
la hibridación de la maquinaria con
composiciones digitales traducen a la
imaginación simbólica toda suerte
imaginaria ligada con la imágenes de la
omnipresencia, eternidad y solución
mágica. Los imaginarios empiezan a
determinarse en la media en que el
observador dota de carga simbólica al
elemento cuya materialización en el
escenario social promueve ideologías,
conocimiento y unidades de información
con la capacidad de engendrar sistemas de
valores más allá de la materialidad.
Al anunciar ese tipo de poderes relacionas con la
naturaleza del artefacto vehicular, nos topamos
con una arqueología de semejante calibre, cuya
existencia vivifica la interpretación sobre la
fenomenología digital que define actualmente la
identidad del ciudad, hablamos en este sentido
del anuncio digital como arqueología de la
composición urbanística.
107 FOUCAULT, Michel (1968) Las palabras y las cosas.
Siglo XXI Editores. Buenos Aires. Pág. 54