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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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154 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

costumbre <strong>de</strong> hacer un festín en tales ocasiones, el patriarca mandó<br />

a Esaú: “Sal al campo a cazarme algo. Hazme un guisado [...] para<br />

que yo te bendiga antes que muera”. Véase Génesis 27:3, 4.<br />

Rebeca adivinó su propósito. Estaba convencida <strong>de</strong> que era<br />

contrario a lo que Dios le había revelado como su voluntad. Isaac<br />

estaba en peligro <strong>de</strong> <strong>de</strong>sagradar al Señor y <strong>de</strong> excluir a su hijo menor<br />

<strong>de</strong> la posición a la cual Dios le había llamado. En vano había tratado<br />

<strong>de</strong> razonar con Isaac, por lo que <strong>de</strong>cidió recurrir a un ardid.<br />

Apenas Esaú se puso en camino para cumplir su encargo, empezó<br />

Rebeca a realizar su intención. Refirió a Jacob lo que había<br />

sucedido, y lo apremió con la necesidad <strong>de</strong> actuar en seguida, para<br />

impedir que la bendición se diera <strong>de</strong>finitiva e irrevocablemente a<br />

Esaú. Le aseguró que si obe<strong>de</strong>cía sus instrucciones obtendría la<br />

bendición, como Dios lo había prometido. Jacob no consintió en<br />

seguida en apoyar el plan que ella propuso. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> engañar a<br />

su padre le causaba mucha aflicción. Le parecía que tal pecado le<br />

traería maldición en lugar <strong>de</strong> bendición. Pero sus escrúpu<strong>los</strong> fueron<br />

vencidos y procedió a hacer lo que le sugería su madre. No era<br />

su intención pronunciar una mentira directa, pero cuando estuvo<br />

ante su padre, le pareció que había ido <strong>de</strong>masiado lejos para po<strong>de</strong>r<br />

retroce<strong>de</strong>r, y valiéndose <strong>de</strong> un engaño obtuvo la codiciada bendición.<br />

Jacob y Rebeca triunfaron en su propósito, pero por su engaño<br />

no se granjearon más que tristeza y aflicción. Dios había <strong>de</strong>clarado<br />

que Jacob <strong>de</strong>bía recibir la primogenitura y si hubieran esperado con<br />

confianza hasta que Dios obrara en su favor, la promesa se habría<br />

cumplido a su <strong>de</strong>bido tiempo. Pero, como muchos que hoy profesan<br />

ser hijos <strong>de</strong> Dios, no quisieron <strong>de</strong>jar el asunto en las manos <strong>de</strong>l<br />

Señor. Rebeca se arrepintió amargamente <strong>de</strong>l mal consejo que había<br />

dado a su hijo; pues fue la causa <strong>de</strong> que quedara separada <strong>de</strong> él y<br />

nunca más volviera a ver su rostro. Des<strong>de</strong> la hora en que recibió la<br />

primogenitura, Jacob se sintió agobiado por la con<strong>de</strong>nación propia.<br />

Había pecado contra su padre, contra su hermano, contra su propia<br />

alma, y contra Dios. En solamente una hora se había acarreado una<br />

larga vida <strong>de</strong> arrepentimiento. Esta escena estuvo siempre presente<br />

ante él en sus años postrimeros, cuando la mala conducta <strong>de</strong> sus<br />

propios hijos oprimía su alma.<br />

Tan pronto <strong>de</strong>jó Jacob la tienda <strong>de</strong> su padre, entró Esaú. Aunque<br />

había vendido su primogenitura y confirmado el cambio con un

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