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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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680 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

Hasta entonces la provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios había protegido a David<br />

<strong>de</strong> todas las conspiraciones <strong>de</strong> sus enemigos, y se había ejercido<br />

directamente para refrenar a Saúl. Pero la transgresión <strong>de</strong> David<br />

había cambiado su relación con Dios. En ninguna forma podía<br />

el Señor sancionar la iniquidad. No podía ejercitar su po<strong>de</strong>r para<br />

proteger a David <strong>de</strong> <strong>los</strong> resultados <strong>de</strong> su pecado como lo había<br />

protegido <strong>de</strong> la enemistad <strong>de</strong> Saúl.<br />

Se produjo un gran cambio en David mismo. Quebrantaba su<br />

espíritu la comprensión <strong>de</strong> su pecado y <strong>de</strong> sus abarcantes resultados.<br />

Se sentía humillado ante <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> sus súbditos. Su influencia sufrió<br />

menoscabo. Hasta entonces su prosperidad se había atribuido a su<br />

obediencia concienzuda a <strong>los</strong> mandamientos <strong>de</strong>l Señor. Pero ahora<br />

sus súbditos, conociendo el pecado <strong>de</strong> él, podrían verse inducidos<br />

a pecar más libremente. En su propia casa, se <strong>de</strong>bilitó su autoridad<br />

y su <strong>de</strong>recho a que sus hijos lo respetaran y obe<strong>de</strong>cieran. Cierto<br />

sentido <strong>de</strong> su culpabilidad lo hacía guardar silencio cuando <strong>de</strong>bía<br />

con<strong>de</strong>nar el pecado; y <strong>de</strong>bilitaba su brazo para ejecutar justicia en su<br />

casa. Su mal ejemplo influyó en sus hijos, y Dios no quiso intervenir<br />

para evitar <strong>los</strong> resultados. Permitió que las cosas tomaran su curso<br />

natural, y así David fue castigado severamente.<br />

Durante un año entero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su caída, David vivió en seguridad<br />

aparente; no había evi<strong>de</strong>ncia externa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sagrado <strong>de</strong> Dios.<br />

Pero la sentencia divina pendía sobre él. Rápida y seguramente se<br />

aproximaba el día <strong>de</strong>l juicio y <strong>de</strong>l castigo, que ningún arrepentimiento<br />

podía evitar, es <strong>de</strong>cir, la agonía y la vergüenza que ensombrecía<br />

toda su vida terrenal. Los que, señalando el ejemplo <strong>de</strong> David, tratan<br />

<strong>de</strong> aminorar la culpa <strong>de</strong> sus propios pecados, <strong>de</strong>ben apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />

las lecciones <strong>de</strong>l relato bíblico que el camino <strong>de</strong> la transgresión es<br />

duro. Aunque, como David, se arrepientan <strong>de</strong> sus caminos impíos,<br />

<strong>los</strong> resultados <strong>de</strong>l pecado, aun en esta vida, serán amargos y difíciles<br />

<strong>de</strong> soportar.<br />

Dios quiso que la historia <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> David sirva como una<br />

advertencia <strong>de</strong> que aun aquel<strong>los</strong> a quienes él ha ben<strong>de</strong>cido y favorecido<br />

gran<strong>de</strong>mente no han <strong>de</strong> sentirse seguros ni tampoco <strong>de</strong>scuidar<br />

el velar y orar. Así ha resultado para <strong>los</strong> que con humildad han<br />

procurado apren<strong>de</strong>r lo que Dios quiso enseñar con esa lección. De<br />

generación en generación, miles han sido así inducidos a darse cuenta<br />

<strong>de</strong> su propio peligro frente al po<strong>de</strong>r tentador <strong>de</strong>l enemigo común.

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