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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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La caída <strong>de</strong> Jericó 457<br />

La codicia es un mal que se <strong>de</strong>sarrolla gradualmente. Acán<br />

albergó avaricia en su corazón hasta que ella se hizo un hábito<br />

en él y lo ató con ca<strong>de</strong>nas casi imposibles <strong>de</strong> romper. Aunque [471]<br />

fomentaba este mal, le habría horrorizado el pensamiento <strong>de</strong> que<br />

pudiera acarrear un <strong>de</strong>sastre para Israel; pero el pecado embotó su<br />

percepción, y cuando le sobrevino la tentación cayó fácilmente.<br />

¿No se cometen aun hoy pecados semejantes a ese, y frente a<br />

advertencias tan solemnes y explícitas como las dirigidas a <strong>los</strong> israelitas?<br />

Se nos prohibe tan expresamente albergar la codicia como se<br />

le prohibió a Acán que tomara <strong>de</strong>spojos en Jericó. Dios <strong>de</strong>clara que<br />

la codicia o avaricia es idolatría. Se nos amonesta: “No podéis servir<br />

a Dios y a las riquezas”. “Mirad, y guardaos <strong>de</strong> toda avaricia”. “Ni<br />

aun se nombre entre vosotros”. Co<strong>los</strong>enses 3:5; Mateo 6:24; Lucas<br />

12:15; Efesios 5:3. Tenemos ante nosotros la terrible suerte que<br />

corrieron Acán, Judas, Ananías y Safira. Y aun antes <strong>de</strong> estos casos<br />

tenemos el <strong>de</strong> Lucifer, aquel “hijo <strong>de</strong> la mañana” que, codiciando<br />

una posición más elevada, perdió para siempre el resplandor y la<br />

felicidad <strong>de</strong>l cielo. Y no obstante, a pesar <strong>de</strong> todas estas advertencias,<br />

la codicia reina por todas partes.<br />

Por todo lugar se ve su viscosa huella. Crea <strong>de</strong>scontento y disensión<br />

en las familias; <strong>de</strong>spierta en <strong>los</strong> pobres envidia y odio contra <strong>los</strong><br />

ricos; e induce a estos a tratar cruelmente a <strong>los</strong> pobres. Es un mal<br />

que existe no solo en las esferas seglares <strong>de</strong>l mundo, sino también en<br />

la iglesia. ¡Cuán común es encontrar entre sus miembros egoísmo,<br />

avaricia, ambición, <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> la caridad y retención <strong>de</strong> <strong>los</strong> “diezmos<br />

y las primicias”! Entre <strong>los</strong> miembros <strong>de</strong> la iglesia que gozan<br />

<strong>de</strong>l respeto y la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más hay, <strong>de</strong>sgraciadamente,<br />

muchos Acanes. Más <strong>de</strong> un hombre asiste ostentosamente al culto<br />

y se sienta a la mesa <strong>de</strong>l Señor, mientras que entre sus bienes se<br />

ocultan ganancias ilícitas, cosas que Dios maldijo. A cambio <strong>de</strong><br />

un buen manto babilónico, muchos sacrifican la aprobación <strong>de</strong> la<br />

conciencia y su esperanza <strong>de</strong>l cielo. Muchos cambian su integridad<br />

y su capacidad para ser útiles, por un saco <strong>de</strong> monedas <strong>de</strong> plata.<br />

Los clamores <strong>de</strong> <strong>los</strong> pobres que sufren son <strong>de</strong>soídos; se le ponen<br />

obstácu<strong>los</strong> a la luz <strong>de</strong>l evangelio; existen prácticas que provocan el<br />

<strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> <strong>los</strong> mundanos y <strong>de</strong>smienten la profesión cristiana; y sin<br />

embargo, el codicioso continúa amontonando tesoros. “¿Robará el

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