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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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382 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

a Dios no lo habían honrado. Moisés y Aarón se habían sentido<br />

agraviados, y no habían tenido en cuenta que las murmuraciones <strong>de</strong>l<br />

pueblo no eran contra el<strong>los</strong>, sino contra Dios. Por mirar a sí mismos<br />

y apelar a sus propias pasiones, habían caído inconscientemente en<br />

pecado, y no expusieron al pueblo la gran culpabilidad en que había<br />

incurrido ante Dios.<br />

Amargo y profundamente humillante fue el juicio que se pronunció<br />

en seguida. “Jehová dijo a Moisés y a Aarón: “Por cuanto<br />

no creísteis en mí, para santificarme <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Israel,<br />

por tanto, no entraréis con esta congregación en la tierra que les he<br />

dado””. Juntamente con el rebel<strong>de</strong> Israel, habrían <strong>de</strong> morir antes <strong>de</strong><br />

que se cruzara el Jordán. Si Moisés y Aarón se hubieran tenido en<br />

alta estima o si hubieran dado rienda suelta a un espíritu apasionado<br />

frente a la amonestación y reprensión divinas, su culpa habría sido<br />

mucho mayor. Pero no se <strong>los</strong> podía acusar <strong>de</strong> haber pecado intencionada<br />

y <strong>de</strong>liberadamente; habían sido vencidos por una tentación<br />

repentina, y su contrición fue inmediata y <strong>de</strong> todo corazón. El Señor<br />

aceptó su arrepentimiento, aunque, por causa <strong>de</strong>l daño que su pecado<br />

pudiera ocasionar entre el pueblo, no podía remitir el castigo.<br />

Moisés no ocultó su sentencia, sino que le dijo al pueblo que<br />

por no haber atribuido la gloria a Dios, no lo podría introducir en la<br />

tierra prometida. Lo invitó a que notara cuán severo era el castigo<br />

que se le infligía, y luego consi<strong>de</strong>rara cómo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> juzgar Dios sus<br />

murmuraciones y su modo <strong>de</strong> atribuir a un simple hombre <strong>los</strong> juicios<br />

que habían merecido todos por sus pecados. Les explicó cómo había<br />

suplicado a Dios que le remitiera la sentencia y ello le había sido<br />

negado. “Pero Jehová se había enojado contra mí a causa <strong>de</strong> vosotros<br />

-dijo-, por lo cual no me escuchó”. Deuteronomio 3:26.<br />

Cada vez que se vieran en dificultad o prueba, <strong>los</strong> israelitas<br />

habían estado dispuestos a culpar a Moisés por haber<strong>los</strong> sacado <strong>de</strong><br />

Egipto, como si Dios no hubiese intervenido en el asunto. Durante<br />

toda su peregrinación, cuando se quejaban <strong>de</strong> las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

camino y murmuraban contra sus jefes, Moisés les <strong>de</strong>cía: “Vuestra<br />

murmuración se dirige contra Dios. Él, y no yo, es quien os libró”.<br />

Pero con sus palabras precipitadas ante la roca: “¿Haremos salir<br />

aguas?”, admitía virtualmente el cargo que el<strong>los</strong> le hacían, y con<br />

ello <strong>los</strong> habría <strong>de</strong> confirmar en su incredulidad y justificaría sus<br />

murmuraciones. El Señor quería eliminar para siempre <strong>de</strong> su mente

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