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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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630 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>rá conmigo a Saúl al campo?”, dijo Abisai en seguida: “Yo<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ré contigo”.<br />

Protegidos por las oscuras sombras <strong>de</strong> las colinas, David y su<br />

asistente entraron en el campamento <strong>de</strong>l enemigo. Mientras trataban<br />

<strong>de</strong> averiguar el número exacto <strong>de</strong> sus enemigos, llegaron adon<strong>de</strong><br />

Saúl dormía. Su lanza estaba hincada en la tierra, y había un jarro<br />

<strong>de</strong> agua a su cabecera; al lado <strong>de</strong> él yacía Abner, su comandante en<br />

jefe; alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> todos el<strong>los</strong> estaban <strong>los</strong> soldados, sumidos en el<br />

sueño. Abisai levantó su lanza, y dijo a David: “Hoy ha entregado<br />

Dios a tu enemigo en tus manos; ahora, pues, déjame que lo hiera<br />

con la lanza: lo clavaré en tierra <strong>de</strong> un golpe, y no le hará falta un<br />

segundo golpe”. Y esperó la palabra que le diera el permiso; pero<br />

sus oídos escucharon las palabras susurradas:<br />

“No lo mates; porque ¿quién exten<strong>de</strong>rá impunemente su mano<br />

contra el ungido <strong>de</strong> Jehová? [...] ¡Vive Jehová!, que si Jehová no lo<br />

hiriera (sea que le llegue su día y muera, o <strong>de</strong>scienda a la batalla y<br />

perezca), guár<strong>de</strong>me Jehová <strong>de</strong> exten<strong>de</strong>r mi mano contra el ungido <strong>de</strong><br />

Jehová. Pero ahora toma la lanza que está a su cabecera y la vasija <strong>de</strong><br />

agua, y vámonos. Se llevó, pues, David la lanza y la vasija <strong>de</strong> agua<br />

<strong>de</strong> la cabecera <strong>de</strong> Saúl y se fueron. No hubo nadie que <strong>los</strong> viera, ni<br />

se diera cuenta, ni se <strong>de</strong>spertara, pues todos dormían; porque había<br />

caído sobre el<strong>los</strong> un profundo sueño enviado por Jehová”. ¡Cuán<br />

fácilmente pue<strong>de</strong> el Señor <strong>de</strong>bilitar al más fuerte, quitar la pru<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong>l más sabio, y confundir la pericia <strong>de</strong>l más cuidadoso!<br />

Cuando David estuvo a una distancia segura <strong>de</strong>l campamento,<br />

se paró en la cumbre <strong>de</strong> una colina, y gritó a voz en cuello a la<br />

gente y a Abner, diciéndole: “¿No eres tú un hombre? ¿Quién hay<br />

como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has guardado al rey tu señor?<br />

Porque uno <strong>de</strong>l pueblo ha entrado a matar a tu señor el rey. Esto que<br />

has hecho no está bien. ¡Vive Jehová!, que sois dignos <strong>de</strong> muerte,<br />

porque no habéis guardado a vuestro señor, al ungido <strong>de</strong> Jehová.<br />

Mira ahora dón<strong>de</strong> está la lanza <strong>de</strong>l rey y la vasija <strong>de</strong> agua que tenía<br />

a su cabecera. Reconociendo Saúl la voz <strong>de</strong> David, dijo: ¿No es esta<br />

tu voz, David, hijo mío? David respondió: Sí, es mi voz, rey y señor<br />

mío. Y añadió: ¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué<br />

he hecho? ¿Qué mal hay en mis manos? Ruego, pues, que el rey mi<br />

señor oiga ahora las palabras <strong>de</strong> su siervo”. 1 Samuel 26:15-19.

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