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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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Los doce espías 357<br />

impíamente”. Judas 14, 15. Todo pecador se verá compelido a ver y<br />

reconocer la justicia <strong>de</strong> su con<strong>de</strong>nación. [366]<br />

Despreciando la sentencia divina, <strong>los</strong> israelitas se prepararon<br />

para empren<strong>de</strong>r la conquista <strong>de</strong> Canaán. Equipados con armaduras y<br />

armas <strong>de</strong> guerra, se creían plenamente apercibidos para el conflicto;<br />

pero a la vista <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> sus siervos entristecidos, adolecían<br />

<strong>de</strong> una triste <strong>de</strong>ficiencia. Cuando casi cuarenta años más tar<strong>de</strong>, el<br />

Señor les or<strong>de</strong>nó a <strong>los</strong> israelitas que subieran y tomaran Jericó,<br />

prometió acompañar<strong>los</strong>. El arca que contenía su ley era llevada<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus ejércitos. Los jefes que él <strong>de</strong>signó orientaron sus<br />

movimientos bajo la dirección divina. Con tal dirección ningún daño<br />

podía suce<strong>de</strong>rles, pero ahora, contrariando el mandamiento <strong>de</strong> Dios y<br />

la solemne prohibición <strong>de</strong> sus jefes, sin el arca y sin Moisés, salieron<br />

al encuentro <strong>de</strong> <strong>los</strong> ejércitos enemigos.<br />

La trompeta dio un toque <strong>de</strong> alarma, y Moisés se apresuró en pos<br />

<strong>de</strong> el<strong>los</strong> con la advertencia: “¿Por qué quebrantáis el mandamiento<br />

<strong>de</strong> Jehová? Esto tampoco os saldrá bien. No subáis, pues Jehová<br />

no está en medio <strong>de</strong> vosotros: no seáis heridos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> vuestros<br />

enemigos. Porque el amalecita y el cananeo están allí <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

vosotros, y caeréis bajo su espada”.<br />

Los cananeos habían oído hablar <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r misterioso que protegía<br />

a ese pueblo, y <strong>de</strong> las maravillas realizadas en su favor; y<br />

reunieron un ejército po<strong>de</strong>roso para rechazar a <strong>los</strong> invasores. El<br />

ejército atacante no tenía jefe. Ninguna oración se elevó para pedir a<br />

Dios que le diera la victoria. Emprendió la marcha con el propósito<br />

<strong>de</strong>sesperado <strong>de</strong> revocar su suerte o morir en la batalla. Aunque no tenía<br />

preparación guerrera alguna, constituía una multitud inmensa <strong>de</strong><br />

hombres armados, que esperaban aplastar toda oposición mediante<br />

un feroz y repentino asalto. Presuntuosamente <strong>de</strong>safiaron al enemigo<br />

que no había osado atacar<strong>los</strong>.<br />

Los cananeos se habían establecido en una meseta rocal<strong>los</strong>a a la<br />

cual solo se podía llegar por pasos difíciles <strong>de</strong> transitar y un ascenso<br />

escarpado y peligroso. El número inmenso <strong>de</strong> <strong>los</strong> hebreos solo<br />

podía servir para hacer más terrible su <strong>de</strong>rrota. Lentamente fueron<br />

cubriendo <strong>los</strong> sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l monte, expuestos a las mortíferas armas<br />

arrojadizas <strong>de</strong>l enemigo que estaba arriba. Lanzaban rocas macizas<br />

que bajaban con retumbante fragor y marcando su trayectoria con<br />

la sangre <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong>strozados. Los que lograron llegar a la

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