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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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650 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

“Sígue<strong>los</strong>, porque ciertamente <strong>los</strong> alcanzarás, y <strong>de</strong> cierto librarás a<br />

<strong>los</strong> cautivos””.<br />

Cuando se oyeron estas palabras, el tumulto, producido por la<br />

aflicción y por la ira, cesó. David y sus soldados emprendieron en<br />

seguida el perseguimiento <strong>de</strong> sus enemigos que huían. Fue tan rápida<br />

su marcha que al llegar al arroyo <strong>de</strong> Besor, que <strong>de</strong>semboca en el<br />

Mediterráneo cerca <strong>de</strong> Gaza, doscientos hombres <strong>de</strong> la compañía<br />

fueron obligados a rezagarse por el cansancio. Pero David, con <strong>los</strong><br />

cuatrocientos restantes, siguió avanzando indómito.<br />

Encontraron un esclavo egipcio, aparentemente moribundo <strong>de</strong><br />

cansancio y <strong>de</strong> hambre. Pero al recibir alimentos y agua revivió, y se<br />

supo que lo había abandonado allí, para que muriera, su amo cruel,<br />

un amalecita que pertenecía a la fuerza invasora. Contó la historia<br />

<strong>de</strong>l ataque y <strong>de</strong>l saqueo; y luego, habiendo obtenido la promesa <strong>de</strong><br />

que no sería muerto ni entregado a su amo, consintió en dirigir a la<br />

compañía <strong>de</strong> David al campamento <strong>de</strong> sus enemigos.<br />

Cuando alcanzaron a ver el campamento, sus ojos presenciaron<br />

una escena <strong>de</strong> francachela. Las huestes victoriosas estaban celebrando<br />

una gran fiesta. “Y <strong>los</strong> encontraron <strong>de</strong>sparramados sobre toda<br />

aquella tierra, comiendo, bebiendo y haciendo fiesta, por todo aquel<br />

gran botín que habían tomado <strong>de</strong> la tierra <strong>de</strong> <strong>los</strong> filisteos y <strong>de</strong> la tierra<br />

<strong>de</strong> Judá”. David or<strong>de</strong>nó atacar <strong>de</strong> inmediato, y <strong>los</strong> perseguidores se<br />

precipitaron con fiereza contra su presa.<br />

Los amalecitas fueron sorprendidos y sumidos en confusión. La<br />

batalla continuó toda aquella noche y el siguiente día, hasta que<br />

casi toda la hueste hubo perecido. Solo alcanzó a escapar un grupo<br />

<strong>de</strong> cuatrocientos hombres, montados en camel<strong>los</strong>. La palabra <strong>de</strong>l<br />

Señor se había cumplido. “Rescató David todo lo que <strong>los</strong> amalecitas<br />

habían tomado, y libró asimismo a sus dos mujeres. No les faltó<br />

nadie, ni chico ni gran<strong>de</strong>, así <strong>de</strong> hijos como <strong>de</strong> hijas, ni nada <strong>de</strong>l<br />

robo, <strong>de</strong> todas las cosas que les habían tomado; todo lo recuperó<br />

David”.<br />

Cuando David había invadido el territorio <strong>de</strong> <strong>los</strong> amalecitas,<br />

había matado por la espada a todos <strong>los</strong> habitantes que cayeron en<br />

sus manos. Si no hubiera sido por el po<strong>de</strong>r refrenador <strong>de</strong> Dios,<br />

<strong>los</strong> amalecitas habrían tomado represalias <strong>de</strong>struyendo a la gente<br />

<strong>de</strong> Siclag. Decidieron <strong>de</strong>jar con vida a <strong>los</strong> cautivos, para realzar<br />

más el honor <strong>de</strong> su triunfo con un gran número <strong>de</strong> prisioneros,

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