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esta ocasión, el cuerpo de ellos no murió; simplemente se había desmaterializado y<br />
organizado cuánticamente.<br />
Por esa causa sus almas pudieron vestir de nuevo los mismos físicos, conservando<br />
idéntica la personalidad, y pudiendo recordar la experiencia.<br />
LLEGADA AL PLANETA ALBORADA<br />
En la nave madre todo había vuelto a la normalidad. Sabium, Dylan y Matilda se<br />
levantaban para ver un nuevo y esplendoroso mundo. Se encontraban cerca al centro<br />
de la Vía Láctea, a 27 mil años luz de la Tierra. Vieron un espacio diferente:<br />
Miríadas de estrellas gigantes se apiñaban formando remolinos de inconmensurable<br />
belleza. 7 estrellas prominentes, girando en un mismo eje gravitatorio, actuaban como<br />
soles, dando vida a una de las más afortunadas esferas de la creación: El planeta<br />
Alborada.<br />
Los extraterrestres regresaban a casa. Allí preparaban un especial recibimiento para el<br />
presidente del cuarto planeta del Sistema solar quien arribaba con su familia.<br />
Conocerían la más fantástica civilización inimaginada por el más lúcido terrícola.<br />
Recibirían los conocimientos para construir en su planeta una nueva sociedad<br />
altamente evolucionada.<br />
Sabium fue recibido y considerado huésped de honor. En su permanencia en el<br />
portentoso mundo conoció sistemas ideales de vida. En Alborada sólo había una<br />
ciudad que envolvía al planeta.<br />
Así como los átomos se agrupan para formar moléculas, así se disponían, en simetría<br />
radial, las rutilantes construcciones que albergaban a los alboréanos. (La ciudad del<br />
futuro en el libro “Revelaciones de un Extraterrestre”).<br />
Sus 72 mil millones de seres vivían embriagados con el bálsamo del amor, y en<br />
completa paz y unidad con la Naturaleza que les prodigaba abundantes frutos.<br />
De exóticas flores que crecían silvestres preparaban el néctar de la eterna juventud. Se<br />
mantenían rebosantes de salud, belleza y alegría.<br />
Allí, naturalmente, no existía el dinero sino los derechos; y todos, al nacer, los traían en<br />
abundancia. En ese planeta no conocían ningún tipo de microorganismos infecciosos,<br />
ni plagas de insectos ni animales feroces.<br />
Por tantas ventajas, la vida humana se prolongaba allí hasta los 900 y 1000 años.<br />
En verdad el hombre se hizo para vivir. No para morir triste y abatido a los 50 ú 80<br />
años, cansado de soportar el peso de sus propios errores.