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CAPITULO 6<br />
EL GRAN CRUJIDO<br />
Los gobernantes del “egomundo” se empeñaban en mantener una falsa paz con<br />
el llamado equilibrio del terror. Se habían saturado de terroríficas armas y ya no<br />
podían controlarlas. Los países, “de menos”, poseían cohetes transcontinentales<br />
con cabezas múltiples de cargas atómicas.<br />
Estos eran simplemente los restos que dejaban las superpotencias. Cierto país<br />
súper avanzado se había “civilizado” más, al haber logrado ubicar en el espacio<br />
—sin que otros lo supieran— un satélite-bomba que, orbitando la Tierra, estaba<br />
listo para descender implacable con su incontenible energía destructora sobre<br />
cualquier lugar de la Tierra.<br />
En verdad, y hasta cierto punto, la estrategia funcionaba muy bien: todos se temían y<br />
ninguno declaraba la guerra. Sabían que era tan fácil como peligroso un<br />
enfrentamiento de ese tipo. Con tan tremendos adelantos técnicos no necesitaban<br />
ejércitos, tanques ni barcos.<br />
Todo era electrónico. Bastaba con apretar unos cuantos botones y… todo quedaría<br />
consumado. Gracias a Dios nadie tuvo la desgracia de haber manipulado esos<br />
botones. Hubo una ridícula falla técnica y…<br />
¡Se apretaron solos!<br />
EL QUE JUEGA CON CANDELA<br />
Fue así como, en la madrugada de un fatídico día, los habitantes de una gran metrópoli<br />
“no volvieron a ver la luz de nuestro Sol‖.<br />
―Otro Sol‖, de enfurecidos núcleos atómicos, los visitó primero y, tan cerca, que los<br />
calcinó a todos. Fue una potente bomba atómica mega destructora:<br />
Solo un tremendo crujido escucharon las almas que pasaron a otra dimensión de<br />
existencia.<br />
Dicha bomba había sido colocada en un satélite y controlada por una computadora que<br />
no la dejaba bajar sin previa orden del alto mando.<br />
—“Es imposible que falle y es garantía la paz:” —afirmaban sus amos. Sin<br />
embargo, como ladrón en la noche, tomó desprevenidos a los hombres.