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— ¡Vaya! ¡Pero si este muñeco tiene tu misma figura!<br />
— ¡Mira papá el mío! exclamó Matilda.<br />
Sabium, por un instante, miró sorprendido las estatuillas, replica exacta de sus hijos.<br />
Luego continuó con su acostumbrada exclamación:<br />
— ¡Dios mío¡: ni el más grande artista, ni la inyectora de plástico más perfecta<br />
pueden dar semejante terminado. Nunca he visto nada igual.<br />
Asombrado miró a sus hijos y, con pronunciado acento, preguntó:<br />
— ¿Quién les dio esto? ¿Cómo lo consiguieron?<br />
—Nos los dio Galaxia y dijo que era un regalo de amistad aseguró Matilda,<br />
Sabium, en tono irritado, insistió:<br />
—Dejen la charlatanería: Una galaxia es una conglomeración de estrellas; no<br />
regalan nada, y es más: estoy hablando en serio:<br />
— ¿Dónde consiguieron esto?<br />
Los niños se miraron y callaron. No sabían qué decir. Sabium comprendió que estaba<br />
irritado. Miró nuevamente las estatuillas, hizo una inspiración profunda, y<br />
pausadamente dijo:<br />
—Disculpen hijos; estoy cansado porque dormí poco anoche. Iré al laboratorio.<br />
Tengo curiosidad de hacer un chequeo físico al material de estos objetos,<br />
permiso.<br />
—Y Tú desayuno papá<br />
—Será más tarde, hijos.<br />
LA GRAN SORPRESA<br />
Por más esfuerzos que hacía Sabium, tratando de averiguar la naturaleza y<br />
composición de aquellas estatuillas, más desconcertado se quedaba.<br />
La única conclusión a que había llegado era que estaban compuestas por una finísima<br />
laminilla de un material extra liviano y duro: se paró encima de ellas, les dio golpes con