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La turba es fanática y supersticiosa, siendo sus ideas perniciosas. Y, dentro de la turba,<br />
van todos los conformistas. La muchedumbre aprueba la maldad con tal que otras<br />
personas la aprueben. Y dentro de la muchedumbre, van todos los ―común y corriente‖.<br />
HIRIENTES SARCASMOS<br />
Las almas encarnadas invadían los campos y el Sol no quiso acompañarlos más. Se<br />
enfrentaron a una noche espesa llena de incertidumbre. En las ciudades continuaba el<br />
saqueo. Allí, infortunados que no temían encontrar la muerte, se divertían a manos<br />
llenas con lo que siempre habían soñado tener: dinero, joyas y lujos.<br />
Presos, vagabundos, asesinos y drogadictos eran dueños de elegantes mansiones<br />
abandonadas.<br />
En almacenes y supermercados abandonados encontraban en abundancia todo lo que<br />
la sociedad siempre les negó.<br />
En cambio los potentados se encontraban en el campo, sin provisiones, sufriendo<br />
terriblemente las amarguras de una absurda guerra. El miedo los tenía sin techo, sin<br />
protección, sin agua, sin ley y en medio de un desconcierto total.<br />
Nadie se atrevería a volver a la ciudad. Masas humanas estaban pendientes de la<br />
radio, en espera de alguna noticia oficial que les informase un plan a seguir.<br />
Algunas emisoras aún funcionaban. Habían quedado con una programación grabada<br />
para mucho tiempo y, en mala hora, herían de muerte el alma de aquellos que las<br />
escuchaban:<br />
—“En esta hermosa noche baile al son de nuestra música candelosa; ritmo y<br />
alegría en este sabroso fin de semana”.<br />
La sociedad de consumo, con sus grandes inversiones en propaganda radial<br />
programada, torturaba a los atribulados seres con el filo del sarcasmo: —―Aprecie la<br />
suavidad de nuestro colchón marca XX. Esta noche disfrute del banquete en su<br />
elegante hotel -ambiente refinado-“.<br />
Los ambiciosos se movían como dantescas sombras humanas, fustigados por los<br />
truenos que retumbaban continuamente en una atmósfera alterada. En estas<br />
condiciones los hombres permanecieron inermes, vencidos por esa espesa noche que<br />
los manchaba con su negrura y quería tragárselos.<br />
LA ESPERANZA NO SE PIERDE<br />
Los atormentados humanos seguían escuchando la radio a la espera de alguna voz de<br />
aliento. ¿Quién podría emitirla?