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Angelino despertó y elevó su mirada diamantina hacia el Cosmos.<br />
Ellos se detuvieron, pero… ¡El mundo no lo hizo!<br />
Sus cuerpos flotaron. Una nube purpúrea los envolvió, mientras el orbe siguió<br />
avanzando en su inexorable marcha.<br />
Sintieron bajo sus pies el paso silencioso de montañas violáceas, valles poblados y<br />
campos floridos. Desde lo alto contemplaron la eterna procesión de seres vivos y sus<br />
almas diáfanas experimentaron una inmensa sensación de paz.<br />
De súbito, el Maestre señaló diciendo:<br />
—Aquí es!<br />
Un ―milagro‖ se había consumado: sin cansancio, sin polvo del camino, llegaron al<br />
refugio del yogui.<br />
Allí un manantial de gran pureza se deslizaba por una escarpada roca. Árboles frutales,<br />
alimentados con amor y una pequeña huerta, formaban un pequeño paraíso, ahora<br />
convertido en inexpugnable fortaleza espiritual del mundo.<br />
Allí se prepararía la gran batalla final contra la ignorancia. Los hombres no volverían a<br />
beber la hiel del egoísmo. En el sitio elegido no había pobreza. Al contrario; era el más<br />
opulento emporio de sabiduría y felicidad.<br />
*Todos los seres, para su iniciación espiritual, requieren un maestro viviente. Aún las<br />
encarnaciones divinas, debido a su doble naturaleza (divina y humana) precisan de un<br />
maestro que les muestre el mundo.<br />
Lo anterior, en lo que toca a su aspecto humano; pues, en lo referente a su origen<br />
divino, los enviados son Uno con el gran Ser que vitaliza el Universo... y todo lo sabe.<br />
Cristo tuvo su maestro: permaneció con El, lejos del mundo, desde los 12 hasta los 3O<br />
años.<br />
La unidad grande que penetra todo, una vez más había vestido un cuerpo de niño, que<br />
debía crecer para recordar a los hombres su eterna verdad.<br />
Terminó el año y Angelino cumplió –―nuevamente‖ su primer año de vida. El cristal de<br />
sus ojos reflejaba querubines, tronos y genios celestes, que esperaban ansiosos sus<br />
primeras palabras.<br />
Corrieron los días, los meses y comenzó a sentirse el movimiento de los años.<br />
Acariciado por las brisas y las auras, Angelino recorría las primeras gradas de su<br />
―nueva vida‖.