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También observamos cómo los planetas giran alrededor del Sol, que constituye el<br />
núcleo del sistema. Sin embargo, esto no ocurre siempre:<br />
En nuestra galaxia existen innumerables conjuntos de estrellas que giran alrededor de<br />
un centro gravitacional común. Este centro no lo constituye ningún sol o masa alguna;<br />
simplemente es originado por las fuerzas de atracción de dichas estrellas, formando un<br />
complejo gravitacional común.<br />
Estos casos son comunes en el universo. También es corriente manejar en el<br />
laboratorio núcleos atómicos desnudos, es decir, desprovistos de electrones.<br />
Lo que no se conocía era el caso de partículas que giraran, en forma estable, alrededor<br />
de un centro espacial ―vacío‖. Esto lo había logrado Sabium reuniendo seis mini<br />
ciclotrones (aceleradores de componentes atómicos) y proyectando varias partículas<br />
hacia un punto determinado y activándolas con fuertes cargas electrostáticas<br />
El científico se llevó la gran sorpresa cuando vio salir, del punto de convergencia de los<br />
mini ciclotrones, un humo o gas plateado que recorrió lentamente el laboratorio, y se<br />
detuvo bruscamente, formando una media esfera en derredor de un imán que se<br />
encontraba sobre la mesa.<br />
Cautelosamente se acercó y, enfocando hacia aquel fenómeno un contador Geiger<br />
(medidor de radioactividad), comprobó que no emitía ninguna radiación peligrosa.<br />
En seguida, con la manguera de un compresor, le dirigió un chorro de aire a fuerte<br />
presión, logrando disipar un poco dicha nube la cual regresó bruscamente al imán,<br />
recobrando su forma medio esférica.<br />
Sabium desbordaba de curiosidad y decidió tocar aquel elemento. Con dificultad<br />
introdujo su mano en él, y tuvo la sensación de haberse puesto un estrecho guante<br />
metálico.<br />
— ¡Qué extraño! Pensó: un metal en estado gaseoso! no posee ningún olor.<br />
Después de haber sometido esa cosa a toda clase de pruebas físicas, químicas y<br />
electrónicas que disponía en su completísimo laboratorio, exclamó para si:<br />
— ¡Dios mío!, esto no es materia ni antimateria, no es plasma ni forma de energía<br />
alguna; no presenta reacción, ni se interacciona con ningún elemento conocido.<br />
No conduce la corriente eléctrica ni se ioniza a ningún voltaje, no se evapora ni<br />
se congela, pero es atraído por la fuerza magnética. ¿Qué será? — ¿Para qué<br />
servirá?<br />
Al no encontrar respuesta alguna se dirigió a ese raro elemento y, en voz baja, le<br />
habló: *Sea lo que seas, te llamarás Magnetryón*.