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SONIDO OCTOFÓNICO - Magnum Astron

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lago que les detuvo el paso a todos, menos al sublime Maestro que, caminando sobre<br />

las aguas, llegó hasta el centro.<br />

Allí dio media vuelta, abrió los brazos, y dijo:<br />

—Oh seres radiantes e inmortales, paz y alegría para vosotros. Háganse Uno así como<br />

mi Padre y YO somos UNO.<br />

—Os dejo en unidad con el diáfano espíritu interior. El reino de los cielos está dentro de<br />

vosotros mismos. Allí permaneceré hasta la consumación de los siglos.<br />

—No importa que yo habite en vuestro olvido; siempre habitarán en mi recuerdo<br />

porque el Sol de mi amor no tiene ocaso.<br />

Luego siguió imperturbable, no siendo, para El, obstáculo los temibles abismos ni las<br />

espesas selvas que debía recorrer<br />

Los hombres, no queriendo perderlo de vista, dispusieron de sus mejores máquinas<br />

terrestres y extraterrestres que se movían con la velocidad del rayo.<br />

Lo vieron caminar por la brisa, hasta llegar a un monte misterioso. Las naves no<br />

pudieron descender allí: una ráfaga energética, de extrañas auras magnéticas, las<br />

detenía.<br />

Impacientes por aclarar el misterio, sus tripulantes dejaron las naves en una rivera, y<br />

continuaron caminando sobre los rígidos músculos graníticos de la sagrada montaña.<br />

El espíritu agreste de las cumbres indómitas lanzaba un desafío a los más osados: A<br />

medida que se acercaban, los zapatos comenzaron a quemarles. La tierra que pisaban<br />

era santa, estaba incólume. No podían profanarla con sus calzados.<br />

Más, un dulce murmullo de amor los acariciaba impulsándolos a seguir.<br />

Descalzos continuaron hasta conquistar la cima. Allí encontraron la tumba de una<br />

mujer que conocieron y, a un lado, la de un anciano desconocido.<br />

¡Angelino había desaparecido misteriosamente! No encontraron su cuerpo.<br />

Viajó, camino del alba, hacia la regia mansión de la luz eterna.<br />

Sólo hallaron las huellas frescas de sus pies, que llegaban hasta la tumba de la madre<br />

Divina. Allí se observaban otras señales: las de sus rodillas y su frente.<br />

Esta última huella se encontraba humedecida, al parecer, por las lágrimas del joven.*

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