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A French high school student faces riot gendarmes during a student demonstration<br />
at the Place de la Republique in Paris October 19, 2010. (REUTERS/Gonzalo Fuentes)<br />
Esta foto me ha llamado la atención por<br />
la tensión que se respira. Podía haber<br />
elegido otra, de la muchas que hay sobre<br />
las huelgas generales en Francia,<br />
donde los disturbios son muy evidentes. Pero la elegida<br />
parece ser la calma que precede a la tempestad.<br />
Un joven se enfrenta a pecho descubierto a un gendarme<br />
pertrechado al más puro estilo robocop. El joven<br />
parece esgrimir su mirada arrogante como única<br />
arma. Hasta podemos oírle decir ¿qué pasa, de qué<br />
vas? Todo hace pensar que luego la cosa desembocó<br />
en carreras de los manifestantes y diferentes actos<br />
vandálicos.<br />
Pero no solo es en Francia donde las revueltas populares<br />
acaban en violentas refriegas. Últimamente se<br />
prodigan con exceso por todo la geografía internacional<br />
al amparo de la globalización.<br />
A veces, la respuesta policial a estas manifestaciones<br />
se combate con excesivo celo llevándose por<br />
delante a inocentes participantes. Pero también es<br />
muy cierto que a veces, ocultos en la muchedumbre<br />
se hallan verdaderos profesionales de reventar estos<br />
actos, donde el pillaje es su moneda corriente y el acto<br />
vandálico su verbo, actuando bajo signos de estética<br />
ultra y nazi. Destrozan el mobiliario urbano, asaltan<br />
tiendas, vuelcan coches, incendian contenedores y así<br />
podíamos seguir con una lista larga de desmanes. Y<br />
entonces lo que parece ser una buena causa se convierte<br />
en un sin sentido, en una exaltación de la violencia<br />
y ya no tiene razón de ser la protesta.<br />
Huelga general en Francia<br />
<strong>Revista</strong> <strong>Atticus</strong> 5