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Los tres últimos días de Fernando Pessoa<br />

• Tabucchi sueña con su italiano padre fallecido<br />

manteniendo una conversación en portugués<br />

(Réquiem y comentario en Autobiografías ajenas).<br />

Además, el libro Réquiem, lo escribe directamente<br />

en portugués y la traducción al italiano la ha<br />

hecho otra persona porque el autor prefi rió no<br />

hacerla.<br />

¿Es Tabucchi un médium? ¿O quizás un heterónimo<br />

de Pessoa con vida propia? ¿O no será, como muchos<br />

artistas, un embaucador, un fi ngidor, un impostor<br />

a fi n de cuentas? Todos los escritores son en cierta<br />

manera unos delincuentes de guante blanco. Tabucchi<br />

defi ne a los escritores con el califi cativo de “ladrones”,<br />

le parece necesario sustraer información a los demás<br />

para escribir “y yo lo hago descaradamente” (Conversaciones<br />

con Antonio Tabucchi). Pues eso, tened cuidado<br />

con amigos y conocidos escritores o escribidores, ¡no<br />

saben o no pueden guardar un secreto!<br />

Para secretos los que se revelan contando los sueños.<br />

Os voy a hacer una confi dencia y espero no arrepentirme.<br />

Esta pasada noche he soñado. Ha sido todo<br />

muy extraño, raro el sueño en sí, o más bien una particularidad:<br />

He soñado en italiano, y no es mi lengua<br />

materna. Estaba tumbada en un diván y cerca de mí<br />

un hombre circunspecto, que no sé por qué, pero con<br />

la certeza dentro del sinsentido de los sueños, yo sabía<br />

que era Freud. Lo cual me parece sorprendente, porque<br />

todos sabemos que no era de Italia, pero me hablaba<br />

en un perfecto italiano como si su cuna se hubiera<br />

mecido en la Toscana. Yo le contaba un problema, una<br />

disfunción particular que él escuchaba con mezcla de<br />

conmiseración y curiosidad. “A veces, doctor, me siento<br />

muy mayor, otras muy muy joven… en ocasiones<br />

hombre, la mayoría mujer. Esto me ocurre especialmente<br />

cuando escribo. Tengo la sensación de que me<br />

meto en la piel de cualquiera con la facilidad con la<br />

que me cambio de traje”. “¿Escribes? -me preguntó<br />

arqueando una ceja–. Eso es altamente preocupante.<br />

¿Qué escribes?” continuó, animándome a describir mi<br />

enfermedad. “Pues escribo de todo, casi que me atrevo<br />

con cualquier género, es más, los mezclo, tal es mi<br />

desfachatez y mi impertinencia; no atiendo a razones<br />

ni propias ni ajenas, es más, me da por perder el tiempo<br />

imaginándome personajes y lugares reales o inventados”.<br />

“Cuídate de a quien dejas tus engendros -dijo<br />

enérgicamente– pueden descubrir tus extravagantes<br />

manías y tu múltiple personalidad”. “Gracias doctor,<br />

-le respondí- me deja usted más intranquila”. Me digo<br />

para mis adentros: “Se confi rman mis sospechas. Entré<br />

en esta estancia desconociéndome y salgo con la certidumbre<br />

de rara avis”. “¿Qué me aconseja? ¿Me man-<br />

tengo en la oscuridad?, ¿en lo oculto? Su mirada me lo<br />

dice todo. Me restringiré a la noche, al mundo de los<br />

sueños, en lo que todo es posible, hasta yo”.<br />

“Cuénteme su último sueño, me conminó. Y al escuchar<br />

sus palabras invocadoras, se me presenta en segundo<br />

plano, tras el psicoanalista, otro sueño, también<br />

mío. Detrás de un Freud sentado, un individuo de pie,<br />

con gafas y bigote, que me resulta simpático y cercano,<br />

sin decir una palabra, mueve la cabeza de un lado a<br />

otro, negando. “¿Lo ves? ¿Lo ves ahora mismo?” me<br />

pregunta el doctor. Y yo miro más arriba, al lugar en el<br />

que el personaje, ente, fantasma, ser viviente o presente<br />

solo en sueños, acelera su movimiento giratorio de<br />

cabeza, cada vez más rápido, y me parece así ver dos<br />

fi guras, después cuatro, después muchas más… Y allí<br />

estaba yo soñando doblemente, con un sueño dentro<br />

de otro sueño, palimpsesto que utiliza un único espacio.<br />

Freud, no sé si para tranquilizarme, alterarme aún<br />

más o para dar un diagnóstico, me dice: «Es una alucinación,<br />

nada es real».<br />

No se si os hago un favor al invitaros a la inmersión<br />

en la obra de Tabucchi, y por extensión de Pessoa. O<br />

quizás agravo vuestra bibliopatía, si ya tenéis algunos<br />

síntomas. Uno coge, ingenuamente, un libro de un<br />

autor, por ejemplo porque se lo ha recomendado un<br />

amigo o porque te llega a las manos en una estación de<br />

tren… y no sabe donde puede acabar. Un caso, alguien<br />

ve una peli llamada “Sostiene Pereira”, después va y se<br />

compra el ejemplar, lee una recomendación entusiasta<br />

en una revista de un libro de Tabucchi, se da a la lectura<br />

de títulos como Sueños de sueños o Los tres últimos días<br />

de Fernando Pessoa (se lee las dos obras porque vienen<br />

en el mismo volumen y no le gusta dejar las cosas a<br />

medias), ahora se le ocurre la idea de conseguir otros libros<br />

del mismo escritor que traten al personaje de Pessoa,<br />

Un baúl lleno de gente parece un título atractivo, de<br />

paso se compra los otros de Tabucchi que ve en la misma<br />

librería, como que no te puedes perder títulos tan<br />

representativos como Pequeños equívocos sin importancia o<br />

El juego del revés, y claro, quieres conocer los primeros<br />

textos que publicó y lo último que está en el mercado.<br />

Y como también te compraste Réquiem, te lo leíste y<br />

te gustó, te han entrado ganas de leerlo en el idioma<br />

original, te apuntas a unas clases de italiano pero la gramática<br />

no es tan fácil como pensabas a priori, cuando<br />

llevas unas cuantas clases y menos dinero en tu cuenta,<br />

te enteras que al Tabucchi ese le ha dado por escribir<br />

Réquiem en portugués (este escritor está resultando un<br />

tanto liante, cada vez te parece más que puede ser uno<br />

de los heterónimos que tienen vida propia). Y tú de<br />

portugués no sabes más que ser muy educado y decir<br />

<strong>Revista</strong> <strong>Atticus</strong> 71

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