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descarga - Revista Atticus

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“muito obrigado”. Te entra la angustia de que es realmente<br />

imprescindible que aprendas portugués ¿cómo<br />

si no vas a leer la dichosa obra en su lengua de origen?,<br />

¿y cómo vas a entender a Pessoa y a toda su gente que<br />

hablaban o escribían en portugués?, ¿o no? Te pones<br />

a buscar información sobre Pessoa y te asaltan montones<br />

de nombres, que son él y no son él. Menos mal<br />

que algunos te suenan por ser personajes de Tabucchi.<br />

Y como Pessoa no es una isla (si acaso un archipiélago)<br />

dentro de la cultura portuguesa, necesitas saber más<br />

sobre la literatura lusa. Pensando y pensando te salen<br />

solo los nombres de Camões, Lobo Antunes y Saramago<br />

(este último, otro escritor dividido entre dos países<br />

y fascinado por Pessoa como Tabucchi) y ya está, ya te<br />

has liado y no sabes cómo empezó todo esto.<br />

Por último decir, para no sentirse solo en estos<br />

embrollos, que el mismo Tabucchi que nos ha metido<br />

en este embolado es también uno que empezó por<br />

leerse un poemita y al fi nal no veas el tiempo que le<br />

ha ocupado. En Conversaciones con Antonio Tabucchi, el<br />

propio escritor nos explicará muchas cosas, veremos<br />

que es un tipo muy humano y comprensivo con las<br />

debilidades lectoras ajenas y propias. Otro librito, por<br />

si no teníamos bastante. Te viene el vértigo y el ansia<br />

por leer otros libros de Tabucchi que ni siquiera están<br />

traducidos al español. Te intentas justifi car diciéndote<br />

que debes aprovechar las clases de italiano, los libros<br />

comprados que son solo parte de la biblioteca que te<br />

estás haciendo sobre Tabucchi, y el tiempo invertido.<br />

Títulos como Marconi, se ben mi ricordo… te parecen tan<br />

sugerentes.<br />

Atención, ¡cuidado con los libros! Que unos tiran de<br />

otros y no se acaba nunca. El que avisa, no es traidor.<br />

72<br />

María del Rosario Martín Muñoz<br />

<strong>Revista</strong> <strong>Atticus</strong><br />

Los libros, ¿futuro<br />

incierto?<br />

Cuando me vaya,<br />

querré resumirme en un libro,<br />

sólo en uno,<br />

que hable sincero<br />

en el interior de quien me tenga.<br />

Es obvio que el hombre, sabiéndose perecedero,<br />

ha querido perdurar en el tiempo<br />

a través de sus obras arquitectónicas<br />

y artísticas, en ocasiones como colectivo<br />

o sencillamente como individuo. Así, un cuantioso<br />

y rico legado, procedente de civilizaciones ancestrales<br />

y también modernas, en la actualidad se preserva de<br />

su deterioro (con esmero e incluso mimo) gracias a la<br />

aplicación de técnicas de conservación y restauración.<br />

Y dentro de ese patrimonio cultural, protegido por las<br />

instituciones y entidades privadas, se incluyen papiros,<br />

pergaminos, códices, libros impresos, para deleite y<br />

aprendizaje de las generaciones venideras.<br />

Sin embargo, hoy más que nunca, muchos creadores<br />

no persiguen que sus obras permanezcan incólumes<br />

a lo largo de los siglos. Todo lo contrario. De<br />

hecho, el llamado arte efímero se quiere así: fugaz e<br />

incluso frágil, como la propia vida de los seres. Las instalaciones<br />

e intervenciones temporales no se aferran<br />

a los espacios. A lo sumo, quedará constancia de su<br />

precaria existencia en un catálogo. Es otro talante para<br />

afrontar la creación.<br />

Algo similar ocurre con la literatura, que se decanta<br />

por lo breve, contagiada de nuestro ritmo diario: narraciones<br />

cortas y microrelatos. Pero, sobre todo, en las<br />

redes sociales de Internet es donde escritores, poetas<br />

o simples comunicadores amantes de la palabra se expresan<br />

mediante citas célebres, estrofas, apotegmas o<br />

sucintas refl exiones que propician escuetos comentarios,<br />

y que, luego, desaparecen como engullidos por el<br />

mismo sistema informático. Por supuesto, nadie se lamenta<br />

de ello, pues es evidente que no podemos abarcar<br />

con los brazos mares inmensos. Eso sí, de vez en<br />

cuando, alguien comenta: “mejor sería leerlo en papel”<br />

y no falta quien imprime sus entradas favoritas de los<br />

blogs.<br />

Ahora añoremos: cómo no disfrutar del placer de<br />

un libro en la mano, que se hojea buscando esa frase a<br />

la que siempre se retorna; o que se relee cuando lo vivido<br />

transmuta los sueños, provocando desencuentros

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