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66<br />

Los tres últimos días<br />

de Fernando Pessoa<br />

Hay buenas razones para arriesgarse a<br />

leer esta obrita (al tamaño nos referimos)<br />

de Antonio Tabucchi. Quienes<br />

leyeron Sostiene Pereira, o vieron<br />

la película, se pueden acercar<br />

de nuevo al escritor italiano. Como ya se ha dicho la narración<br />

es de corta extensión y no nos llevará mucho<br />

tiempo leerla sin dejar de lado nuestras obligaciones<br />

cotidianas. Disfrutaremos de la recreación del mundo<br />

de Pessoa de la mano de un especialista privilegiado en<br />

el autor portugués, un genial autor, Pessoa, visto por<br />

otro autor genial, Tabucchi.<br />

No quiero contar mucho del argumento pero como<br />

el título ya dice algo, recuerdo: “Los tres últimos días<br />

de Fernando Pessoa”, creo que no sorprendo a nadie<br />

si digo que al fi nal Pessoa muere y que estos son sus<br />

últimos días. Cercana la muerte, le asaltan sus heterónimos,<br />

sus otros yoes que le han acompañado a lo largo<br />

de su vida y estarán con él hasta el fi nal. Nada es gratuito<br />

en la obra. ¿Quién sabe más de Pessoa que Tabucchi?;<br />

pues muy pocos. Pero claro, este texto no es<br />

un estudio académico de crítico superespecializado, es<br />

la libertad absoluta de un autor que sabe mucho acerca<br />

del protagonista del que trata.<br />

Este texto de Tabucchi tiene como subtítulo: “Un<br />

delirio”. Y así debe ser entendido, como un delirio, un<br />

sueño, en un plano aparte de la realidad. En unas cuarenta<br />

páginas afl ora la vida y obra de Pessoa, complementada<br />

con la labor literaria que rellena las lagunas<br />

<strong>Revista</strong> <strong>Atticus</strong><br />

que no se conocen, pero que podrían ser. Hay espacio<br />

para los más representativos de los heterónimos, algún<br />

subheterónimo inesperado, la compañía de los amigos<br />

y la omnipresente Lisboa, hecha de paisajes, calles, iglesias,<br />

parques, restaurantes y gentes, de recuerdos como<br />

el de Ophélia Queiroz, único amor conocido del llamado<br />

el Poeta, y personajes fi cticios o de naturaleza híbrida<br />

entre realidad e imaginación, aunque dotados de<br />

tanta vida que miente quien pueda tacharlos de inexistentes.<br />

La vida cotidiana, los paseos por la ciudad, la<br />

convivencia con los “otros”, la doble faceta escritorempleado,<br />

el origen, la infancia, el destino, la muerte, la<br />

compañía de la creación y la soledad existencial, todos<br />

los elementos conviven en armonía. Todo confl uye en<br />

un conjunto en el que cada pieza es una tesela y solo<br />

al tener la perspectiva general del mosaico, este cobra<br />

sentido en una interrelación necesaria.<br />

La complejidad de la heteronimia pessoana se descubre<br />

a cada paso. Seres imaginados con imaginación<br />

propia, con autoría propia y con biografía, con vida.<br />

Son personajes con opiniones personales, con personalidades<br />

diferenciadas que mantienen tal grado de humanidad<br />

que caen incluso en la humana contradicción.<br />

Personajes que cambian, que evolucionan en su caso o<br />

que se mantienen fi eles a sus ideas. Los yoes conversan<br />

con Pessoa y hasta le sorprenden. La madeja no deja<br />

de hacerse nudos y los heterónimos llegan incluso a<br />

relacionarse entre sí sin intervención de Pessoa.<br />

Los álter ego, ante la certeza de la partida del creador<br />

al más allá, acuden a hacerle una última visita. Hay<br />

agradecimientos, sorpresas, secretos revelados, confesiones<br />

y alguna que otra recriminación ahora perdona-

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