Pagola-Jose-Antonio-Es-Bueno-Creer
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) Fuente de interrogantes<br />
La enfermedad es fuente de graves interrogantes. En el interior<br />
del enfermo brotan todo tipo de cuestiones: ¿Por qué<br />
me sucede esto? ¿A qué se puede deber? ¿Me curaré? ¿En<br />
qué terminará todo? ¿Acertarán a devolverme la salud? ¿Podré<br />
de nuevo hacer mi vida de siempre? ¿Qué será de mí, de<br />
mi familia, de mi trabajo?<br />
Son preguntas radicales que sacuden a la persona misma<br />
porque se refieren, no a sus cosas, sino a su ser, su identidad,<br />
su proyecto de vida. Preguntas que se hacen todavía<br />
más graves y existenciales, cuando el enfermo se pregunta:<br />
¿<strong>Es</strong>to ha sido todo? ¿Y ahora tengo que morir? ¿Para qué he<br />
vivido? ¿Qué sentido tiene todo? ¿Qué va a suceder en mi<br />
muerte?<br />
c) <strong>Es</strong>tado de atención y alerta<br />
El enfermo grave se va haciendo, por lo general, un ser<br />
atento, observador penetrante de todo y de todos. El enfermo<br />
mira, escucha, recuerda, capta los gestos y detalles, las<br />
palabras y los silencios, las miradas, todo lo que sucede en<br />
su entorno. Trata de desvelar la verdad de lo que le sucede.<br />
De ordinario, la enfermedad tiende a agudizar la capacidad<br />
de intuición y de reflexión de la persona. El enfermo<br />
interioriza las cosas. La inactividad, la soledad, las largas<br />
horas de silencio y dolor lo inducen a entrar en su interior.<br />
«El que sufre es siempre una persona que piensa» 23 . Con<br />
frecuencia, lo que el enfermo grave dice es algo pensado y<br />
que hace pensar. Son los que lo rodean quienes introducen<br />
un clima más superficial y ligero.<br />
Ib, 63.