Pagola-Jose-Antonio-Es-Bueno-Creer
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la persona puede experimentar la impotencia total. Ya no se<br />
puede más. Se desea que todo acabe. El porvenir se cierra.<br />
<strong>Es</strong>ta protesta y rechazo es el signo más claro de que el ser<br />
humano está llamado, no al sufrimiento, sino a la felicidad.<br />
1.2. Dios no es un sádico<br />
El sufrimiento es un problema para todos los hombres. También<br />
para el creyente. La fe no suprime las graves cuestiones<br />
que el sufrimiento plantea. Al contrario, en un comienzo,<br />
las agrava todavía más. El creyente se ve obligado a<br />
preguntarse cómo Dios, Ser infinitamente bueno y omnipotente,<br />
puede tolerar tanto dolor y sufrimiento injusto en la<br />
humanidad.<br />
<strong>Es</strong> fácil entonces tratar de «justificar» a Dios ofreciendo<br />
explicaciones de todo tipo. Dios —se dice con frecuencia—<br />
siguiendo sus «misteriosos designios», envía los males y<br />
desgracias unas veces como castigo, otras como purificación,<br />
a veces como prueba. El sufrimiento sería, por tanto,<br />
muchas veces un castigo que Dios nos envía por pecados<br />
cometidos con anterioridad; parece como que, a veces, Dios<br />
no soporta ya nuestro pecado, «pierde la paciencia» y termina<br />
enviándonos el castigo que merecemos. Otras veces, se<br />
insiste más en el carácter purificador. Dios envía el sufrimiento<br />
como una purificación o correctivo para depurar y<br />
sanear la vida del que sufre. Con frecuencia, se ve en el<br />
sufrimiento una prueba que Dios manda y que la persona ha<br />
de asumir para ir creciendo en el camino de la perfección.<br />
El sufrimiento sería una gracia o regalo que Dios hace precisamente<br />
a quienes más ama.<br />
<strong>Es</strong> explicable este esfuerzo de los creyentes por reconciliar<br />
a Dios con el sufrimiento, pero puede resultar peligroso.<br />
Cuando el sufrimiento es considerado como algo provocado<br />
directamente por Dios, se corre el riesgo de hacer de El un<br />
ser terrible, dedicado a repartir males y desgracias, y en<br />
cuyas manos da miedo abandonarse. Analizando ciertas formas<br />
de hablar, se diría que Dios maneja el sufrimiento para<br />
satisfacer su propio honor o asegurar su justicia.