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Leales a la Fe

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nar a otros hombres dignos a los oficios del Sacerdocio<br />

Aarónico y del Sacerdocio de Melquisedec.<br />

Cuando un hombre recibe el Sacerdocio de Melquisedec,<br />

entra en el juramento y convenio del sacerdocio; hace convenio<br />

de ser fiel, de magnificar su l<strong>la</strong>mamiento, de estar “diligentemente<br />

[atento] a <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de vida eterna” y de<br />

“[vivir] de toda pa<strong>la</strong>bra que sale de <strong>la</strong> boca de Dios”. Los que<br />

guarden ese convenio serán santificados por el Espíritu y recibirán<br />

“todo lo que [el] Padre tiene” (véase D. y C. 84:33–44).<br />

Véase también Sacerdocio; Sacerdocio Aarónico.<br />

Sacrificio<br />

Sacrificio<br />

Sacrificar es renunciar a algo que valoramos en beneficio<br />

de algo de mayor valor. Como Santos de los Últimos Días, tenemos<br />

<strong>la</strong> oportunidad de sacrificar <strong>la</strong>s cosas del mundo por<br />

el Señor y Su reino. Los miembros de La Iglesia de Jesucristo<br />

de los Santos de los Últimos Días deben estar dispuestos a<br />

hacer cualquier sacrificio que requiera el Señor. Si no se nos<br />

requiriera hacer sacrificios, nunca podríamos desarrol<strong>la</strong>r <strong>la</strong> fe<br />

necesaria para lograr <strong>la</strong> salvación eterna.<br />

La expiación de Jesucristo es el gran y eterno sacrificio<br />

que constituye el núcleo del Evangelio (véase Alma 34:8–16).<br />

Antes de que el Salvador realizara <strong>la</strong> Expiación, los de Su<br />

pueblo del convenio sacrificaban animales como símbolo del<br />

sacrificio de Él. Esa práctica les ayudó a esperar con expectativa<br />

<strong>la</strong> Expiación (véase Moisés 5:4–8). El mandamiento de<br />

ofrecer sacrificios de animales terminó con <strong>la</strong> muerte de<br />

Jesucristo y, en <strong>la</strong> Iglesia, hoy en día tomamos <strong>la</strong> Santa Cena<br />

en memoria de <strong>la</strong> expiación del Salvador.<br />

Además de recordar el sacrificio expiatorio de Jesucristo,<br />

debemos ofrecer nuestro propio sacrificio: un corazón quebrantado<br />

y un espíritu contrito. El Salvador dijo: “Ya no me<br />

ofreceréis más el derramamiento de sangre; sí, vuestros sacrificios<br />

y holocaustos cesarán... Y me ofreceréis como sacrificio<br />

un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Y al que ven-<br />

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