Leales a la Fe
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Caída<br />
42:5–9, 14). Estamos separados de <strong>la</strong> presencia del Señor y sujetos<br />
a <strong>la</strong> muerte física. También estamos en un estado de<br />
oposición, en el cual somos probados por <strong>la</strong>s dificultades de<br />
<strong>la</strong> vida y <strong>la</strong>s tentaciones del adversario (véase 2 Nefi 2:11–14;<br />
D. y C. 29:39; Moisés 6:48–49).<br />
En esa condición caída, experimentamos un conflicto en<br />
nuestro interior. Somos hijos espirituales de Dios, con el potencial<br />
de ser “participantes de <strong>la</strong> naturaleza divina” (2 Pedro<br />
1:4). Sin embargo, “somos indignos de<strong>la</strong>nte de [Dios]; por<br />
causa de <strong>la</strong> caída nuestra naturaleza se ha tornado ma<strong>la</strong> continuamente”<br />
(Éter 3:2); por lo tanto, debemos esforzarnos<br />
constantemente por vencer nuestras ma<strong>la</strong>s pasiones y deseos.<br />
El rey Benjamín, repitiendo <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de un ángel, dijo:<br />
“El hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde<br />
<strong>la</strong> caída de Adán”. El rey Benjamín nos advierte que en<br />
este estado natural o caído, todo hombre será enemigo de<br />
Dios para siempre “a menos que se someta al influjo del<br />
Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga<br />
santo por <strong>la</strong> expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un<br />
niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto<br />
a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer<br />
sobre él, tal como un niño se somete a su padre”<br />
(Mosíah 3:19).<br />
Los beneficios de <strong>la</strong> Caída<br />
La Caída es una parte integral del p<strong>la</strong>n de salvación de<br />
nuestro Padre Celestial (véase 2 Nefi 2:15–16; 9:6) y tiene una<br />
dirección doble: hacia abajo pero hacia ade<strong>la</strong>nte. Además de<br />
introducir <strong>la</strong> muerte física y espiritual, nos dio <strong>la</strong> oportunidad<br />
de nacer en <strong>la</strong> tierra, y de aprender y progresar.<br />
Mediante el ejercicio recto del albedrío y mediante nuestro<br />
sincero arrepentimiento cuando pecamos, podemos venir a<br />
Cristo y, gracias a Su expiación, prepararnos para recibir el<br />
don de <strong>la</strong> vida eterna. El profeta Lehi enseñó:<br />
“Si Adán no hubiese transgredido, no habría caído, sino<br />
que habría permanecido en el jardín de Edén. Y todas <strong>la</strong>s co-<br />
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