Leales a la Fe
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Expiación de Jesucristo<br />
tros pecados, morir en <strong>la</strong> cruz y resucitar. Él llegó a ser “el<br />
Cordero que fue inmo<strong>la</strong>do desde el principio del mundo”<br />
(Apocalipsis 13:8; véase también 1 Pedro 1:19–20; Moisés 7:47).<br />
La Expiación es <strong>la</strong> expresión suprema del amor de nuestro<br />
Padre Celestial por nosotros (véase Juan 3:16). También es<br />
<strong>la</strong> más grande expresión del amor del Salvador por el Padre<br />
y por nosotros (véase Juan 14:28–31; 15:9–13; 1 Juan 3:16; D. y<br />
C. 34:3; 138:1–4).<br />
Necesitamos <strong>la</strong> Expiación<br />
Por ser descendientes de Adán y Eva, todas <strong>la</strong>s personas<br />
heredan los efectos de <strong>la</strong> Caída. Todos experimentamos <strong>la</strong><br />
muerte espiritual, o sea, <strong>la</strong> separación de <strong>la</strong> presencia de<br />
Dios, y todos estamos sujetos a <strong>la</strong> muerte temporal, que es <strong>la</strong><br />
muerte del cuerpo físico (véase Alma 42:6–9; D. y C.<br />
29:41–42).<br />
En nuestro estado caído, estamos sujetos a <strong>la</strong> oposición y<br />
a <strong>la</strong> tentación. Cuando cedemos a <strong>la</strong> tentación, nos distanciamos<br />
de Dios y quedamos destituidos de Su gloria (véase<br />
Romanos 3:23).<br />
La justicia eterna exige que los efectos de <strong>la</strong> Caída entren<br />
en vigor y que seamos castigados por el mal que hagamos. Si<br />
no contáramos con <strong>la</strong> Expiación, <strong>la</strong> muerte espiritual y <strong>la</strong><br />
muerte temporal impondrían una barrera insuperable entre<br />
nosotros y Dios. Debido a que nosotros mismos no podemos<br />
salvarnos de <strong>la</strong> Caída ni de nuestros propios pecados, estaríamos<br />
eternamente separados de nuestro Padre Celestial,<br />
porque “ninguna cosa inmunda puede morar... en su presencia”<br />
(Moisés 6:57).<br />
La única manera de salvarnos es permitir que alguien<br />
nos rescate. Necesitamos a alguien que satisfaga <strong>la</strong>s demandas<br />
de <strong>la</strong> justicia tomando nuestro lugar, que asuma el peso<br />
de <strong>la</strong> Caída y pague el precio de nuestros pecados. Jesucristo<br />
siempre ha sido <strong>la</strong> única persona capaz de hacer un sacrificio<br />
de esa naturaleza.<br />
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