Leales a la Fe
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Castidad<br />
persona que no sea su esposo (véase Éxodo 20:14). El apóstol<br />
Pablo dijo que “<strong>la</strong> voluntad de Dios” es que nos “[apartemos]<br />
de fornicación”, que es el acto sexual entre una persona soltera<br />
y otra persona (1 Tesalonicenses 4:3). Los profetas de<br />
nuestros días condenan repetidamente estos pecados y <strong>la</strong><br />
práctica inicua del abuso sexual.<br />
Al igual que otras vio<strong>la</strong>ciones a <strong>la</strong> ley de castidad, <strong>la</strong> actividad<br />
homosexual es un pecado grave; es contraria a los<br />
propósitos de <strong>la</strong> sexualidad humana (véase Romanos<br />
1:24–32). Distorsiona <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones amorosas y evita que <strong>la</strong>s<br />
personas reciban <strong>la</strong>s bendiciones que se hal<strong>la</strong>n en <strong>la</strong> vida familiar<br />
y en <strong>la</strong>s ordenanzas salvadoras del Evangelio.<br />
El mero hecho de abstenerse del acto sexual fuera del<br />
matrimonio no es <strong>la</strong> única norma de pureza personal del<br />
Señor; el Señor requiere de Sus discípulos una alta norma<br />
moral, incluso <strong>la</strong> completa fidelidad al cónyuge, tanto en el<br />
pensamiento como en <strong>la</strong> conducta. En el Sermón del Monte,<br />
Él dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero<br />
yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciar<strong>la</strong>,<br />
ya adulteró con el<strong>la</strong> en su corazón” (Mateo 5:27–28).<br />
En los últimos días, Él ha dicho: “No cometerás adulterio... ni<br />
harás ninguna cosa semejante” (D. y C. 59:6). Y ha recalcado<br />
una y otra vez el principio que enseñó en el Sermón del<br />
Monte: “El que mira a una mujer para codiciar<strong>la</strong>, o si alguien<br />
comete adulterio en su corazón, no tendrá el Espíritu, sino<br />
que negará <strong>la</strong> fe y temerá” (D. y C. 63:16). Dichas advertencias<br />
se aplican a toda persona, sea casada o soltera.<br />
Si has cometido un pecado sexual, hab<strong>la</strong> con tu obispo o<br />
presidente de rama para que él te ayude en el proceso del<br />
arrepentimiento (véase “Arrepentimiento”, páginas 19–23).<br />
Si te enfrentas con tentaciones sexuales, incluso con sentimientos<br />
de atracción hacia una persona de tu mismo sexo, no<br />
cedas ante esas tentaciones. Ten <strong>la</strong> certeza de que puedes elegir<br />
evitar dicha conducta. Si oras pidiendo fortaleza y si haces<br />
el esfuerzo por superar el problema, recibirás <strong>la</strong> ayuda del<br />
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