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Estudios Revista Ecléctica. Número 69 - Christie Books

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SELECCIÓN LITERARIA<br />

La Novelo Mensual de ESTUDEOS<br />

CON LA BANDERA EN ALTO<br />

Por Joaquín Dicenta<br />

El camarín desbordaba de admiradores. El éxito de la tonadillera en sus nuevas coplas había<br />

sido extraordinario. Los comuniantes de aquel arte canalla, que La Perla interpretaba a maravilla,<br />

hacíanse lenguas de su mérito mientras cambiaba ella de ropa.<br />

Por entre las cortinas que cerraban el tocador, salían vahos de perfume y emanaciones de<br />

agua jabonosa. Dentro sonaban ¡as risas agudas de la "estrella", provocadas por un relato<br />

picaresco de su doncella Beatriz.<br />

—¡Admirable, niña, admirable!—exclamó, entrando en el camarín, el revistero encargado de<br />

las "Varietées" en un gran periódico—. Has estado "pipuda". Eres el "Non plus" jMenudo "bombazo"<br />

voy a "colocarte" mañana!<br />

—¡Gracias por anticipado, Manolo!—respondió La Perla—.¡Y chócate esas manos! Ahite van,<br />

por la abertura del "portier".<br />

De entre las sedas surgieron dos manos primorosas y unos brazos de alabastrina piel, bajo la<br />

cual serpenteaban, con trazo finísimo, el tatuaje azul de las venas.<br />

—¡Choca!—gritó La Perla—.Y besa también, si te cumple; pero de muñecas arriba te prohibo<br />

pasar. Contigo hay que ponerse en guardia. ¡Eres muy goloso!<br />

—Y digo, como la sorra de la fábula-, "están verdes".<br />

—¿Quién sabe, hombre, quién sabe?—repuso en tono de broma la de dentro—. ¡Eh!— siguió<br />

retirando los brazos—. ¡Cuando dije que pasabas de las muñecas!... A seguida salgo, señores.<br />

'^Oyéronse en el tocador crujidos de telas y de broches. Los visitantes recogían aquellos<br />

crujimíentos con beatitud, en planta de fíeles que aguardan la presencia de su ídolo, A poco se<br />

alzaron las cortinas dando paso a La Perla, trajeada con un "fantasía" de crespones que dejaba<br />

al descubierto sus brazos, sus piernas y su busto.<br />

Cubría el arranque de los senos un collar de brillantes. Dos "solitarios" relampagueaban en el<br />

lóbulo de las orejas, y una diadema, también de brillantes, ceñía los cabellos. En los brazos no<br />

había joya alguna; en cambio, sobre los dedos celebraban innúmeras piedras preciosas certamen<br />

derrochón.<br />

Al mostrarse la bella a la entrada del camarín, todos se pusieron en píe. El periodista la saludó<br />

a usanza árabe, cruzando las manos al nivel de los hombros y doblándose en semicírculo.<br />

La Perla merecía esta adoración. En Grecia, hubiera servido de modelo a los escultores<br />

perícleos y triunfando de jueces antes y mejor que Friné.<br />

Alta, con esbelteces ajenas a la delgadez, su imagen total exigía la reproducción en pentélícos<br />

mármoles. Sus ojos eran verdes, al igual de los de Minerva, pero más recordaban, por sus<br />

resplandores lascivos, los ojos de Venus que los de la protectora de Ulises.

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