Estudios Revista Ecléctica. Número 69 - Christie Books
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40 ESTUDIOS<br />
Realmente, después del éxito alcanzado en su beneficio ante una multitud entusiasta, el<br />
champagne de honor con q«ie la obsequiaban las "estrellas" del género y los más ilustres personajes<br />
del Madrid que da y quita reputaciones, era la consagración de su gloria, su entronizamiento<br />
como mujer y como artista, el desquite supremo de sus infantiles miserias, de sus ignominias de<br />
hembra en mercado.<br />
— ¡Chica—exclamó Enrique en un aparte, aprovechando el vocerío qne los vinos de buena<br />
marca provocaban en los comensales—esto es el triunfo absoluto, definitivo. ¡La apoteosis de tu<br />
talento, de tu gracia y de tu belleza.<br />
—A ti lo debo, Enrique. Tú me encaminaste y me educaste. Sin tí, nada sería. Por eso, aunque<br />
los antiguos amores se hayan trocado para nosotros en una fraternal amistad, bastará que tú digas<br />
"¡Quiero!", para que todos, todos, incluso Garantida, dejen de existir para mí.<br />
—¡Gracias, Juanita, gracias!<br />
—No es hablar por hablar. ¿Quieres hacer !a prueba?<br />
—No hacerla es más conveniente para los dos. Sería rol ver a em pesar, en perjuicio de<br />
nuestros mutuos intereses. Además...<br />
—No sigas. Tus hijos., tu mujer... Cierto que fuera una infamia hacerles desgraciados. Pero, no<br />
es menester hacérselo. Esta noche me acompañas a casa, y mañana... Mañana volvemos a ser los<br />
hermanos de hace dos horas. Tú a tu familia, a tus éxitos de gran concertista; yo a entusiasmar<br />
públicos con mis canciones y a desplumar "primos'' con esta belleza que modelaron una<br />
lavandera y un mozo de cordel.<br />
—Eres encantadora.<br />
—Pues esta noche mis encantos se hallan a la disposición de quien los supo descubrir<br />
dándoles un valor que nunca, sin tus consejos y enseñanzas tuvieran.<br />
—¿Y ése?—interrumpió Enrique, por Garantiza, que hablaba con La Emperatriz.<br />
--Ese, como los otros, bajará ia cabeza y obedecerá. ¡Faltaría otra cosa! Todos, sabes, todos<br />
los que me llaman o quieren llamar suya, son unos mentecatos. Yo no soy de nadie. Soy el ama.<br />
El más enérgico, el más poderoso de estos hombres se arrastrará a mis pies, sí lo mando, como un<br />
esclavo, como un perro, como se arrastra el pobre Juaníto, que desde hace dos años es un<br />
mendigo da mi amor, en ayunas siempre, alimentándose de esperanzas como se alimentan los<br />
camaleones del aire.<br />
—Te advierto que los camaleones comen.<br />
—Puede ser; pero si comen al igual que come en mí amor ese bíchejo humano, están frescos.<br />
—¡El champagne! ¡El champagne!—gritaron multitud de voces a la vez.<br />
—Vamos, conde—exclamó el periodista, dirigiéndose a Garantiza—, descorche usted la<br />
primera botella y llene el vaso de esta criatura "atorrante".<br />
—¡Sí! ¡Sí!... ¡La primera copa la de La Perla; y cuando todas echen espuma por los bordes,<br />
que La Perla brinde el champagne!...<br />
El conde, elegantemente, sin ruido, descorchó una botella de "Cordón rouge", vertió el<br />
líquido en finísimo chorro contra el vaso de su querida y llenó el suyo y el de Enrique, mientras<br />
diez tapones saltaban a la vez, y las copas, alzadas por los comensales, se teñían de oro y de<br />
nácar.<br />
—¡A brindar! ¡A brindar en seguida, Perla!<br />
Sujetando entre sus dedos el bohemio cristal, fue Juana levantándolo lentamente, en planta de<br />
sacerdote que a la divinidad oficia, hasta la altura de sus ojos.<br />
En tal posición, sin proferir palabra, permaneció breves instantes, escorzado el hermoso<br />
busto, dejando que la eléctrica luz bruñera sus áureos cabellos, mostrando sus blanquísimos y<br />
menudos dientes entre el broche rojo de los labios. Su seno retemblaba al embate de la respiración,<br />
sus pupilas relucían provocadoras, húmedas; las ventanas de su nariz titilaban aspirando la<br />
cálida y perfumada atmósfera. Era una bacante disponiéndose a sacrificar en nombre de Venus,<br />
ante los altares del dios jocundo, coronado de pámpanos.<br />
—¡Por esta noche—murmuró—que, gracias a ustedes, es la más hermosa de mi vida!