Estudios Revista Ecléctica. Número 69 - Christie Books
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—¡Te quieres callar, criatura!... A ver si descansas un poco. Hay que estar fuerte para mañana.<br />
—¡Miñana!...—balbuceó La Perla dejando caer su cabeza contra los almohadones—. ¡Mañana!...—repiiió<br />
cerrando los ojos y poniendo las manos en cruz como quien se dispone a orar.<br />
VII<br />
A juicio unánime de cuantos presenciaron y auxiliaron la operación, fue una maravilla de<br />
habilidad y ciencia.<br />
El ginecólogo famoso extirpó bravamente la entraña, salvando todos los peligros con sus manos<br />
expertas. La tarea fue ruda; el sabio reñía con la muerte un duelo implacable. Sólc cuando<br />
tuvo a la muerte subyugada, vencida, desfrunció el ceño y sonrió.<br />
—¡Ea!—dijo con brusco acento—, cubridla bien y a la cama, cuidando de moverla poco.<br />
Después, mientras se lavaba y desinfectaba con esmero prolijo los brazos y las manos, murmuró<br />
respondiendo a una pregunta que, en VOH muy baja, le había dirigido su ayudante:<br />
—Sí. Ha observado usted bien, ¿n fin, el objeto principal se ha logrado. Tenemos mujer. Lo<br />
demás...<br />
HÍHO una pausa, y encogiendo con ademán franco de impotencia los hombros, continuó sus<br />
manipulaciones.<br />
Juana, sujeta aún a la acción letárgica del cloroformo, fue depositada en su lecho con exquisitas<br />
precauciones. Tendida en él quedó, bajo la custodia de Beatriz, de una hermana de la Caridad<br />
y de Enrique y Juanito, que conversaban por lo bajo en el gabinete.<br />
El operador salió del lavabo, dirigiéndose hacía la alcoba con su ayudante y con el médico<br />
de cabecera.<br />
—¡Perfectamente!—dijo, luego de pulsar a la enferma—. La acción del cloroformo tardará<br />
algunas horas en desaparecer. Usted, hermana, ya lo sabe; si tiene la paciente náuseas, paños de<br />
vinagre, encima del labio superior, debajito de la nariz. Yo volveré a primera hora de la noche.<br />
Hasta después, Enrique; la operación ha salido conforme a mis deseos. ¡Ha sido una lástima que<br />
no se pusiera antes en curai... Todas son lo mismo. Temen al bisturí y no temen al mal que se las<br />
come. ¡Yaya!... Hasta más tarde.<br />
Los tres médicos, despidiéndose de Juanito y de Enrique, abandonaron el hotel.<br />
Sin que el cloroformo la produjera molestias de importancia, fue Juana recobrando gradualmente<br />
la sensibilidad. Al principio sus ojos miraban sin ver, sus labios silabeaban frases inconexas;<br />
las ideas iban por el interior de su cerebro a tropezones, estorbándose las unas a las otras. Hacía<br />
gran calor y tenía los labios resecos.<br />
—¡Agua!—murmuró, extendiendo la mano en dirección de la mesa de noche.<br />
—Aun no puede usted tomar nada—respondió la enfermera—. Hay que conformarse con las<br />
prescripciones del doctor.<br />
—¿Y cuándo me operan?<br />
—Eso ya terminó.<br />
—Sí, mujer—corroboró Enrique, que al oír la VOH de La Perla había entrado con Juanito en<br />
la alcoba—. Va para cuatro horas que la operación se hizo a gusto y contentamiento del médico.<br />
Ahora, a reponerse, y como si no hubieses padecido mal alguno en tu vida.<br />
—¿De veras? ¿Es de veras? ¿Ya no hay peligro?<br />
—Uno. El que puedes traer tú hablando y moviéndote. De modo, que a callar y a estar<br />
quietecita.<br />
—No temas, no temas. Me callo; no moveré ni las pestañas. Para conseguirlo voy a cerrar<br />
los ojos.<br />
Y quedó inmóvil, silenciosa, embellecido el rostro por una placentera sonrisa.