Estudios Revista Ecléctica. Número 69 - Christie Books
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Sus cabellos, de ún rabio pálido, parecían rayos de sol cernidos por las neblinas de una<br />
aurora; su nar¡2 era más graciosa que correcta; su boca, grande, de labios húmedos, de pareja y<br />
blanca dentadura.<br />
—Basta de Halemas —dijo La Perla a sus tertulios—.Siéntense. ¡He de referirles un lance!... ¿No<br />
rae oyeron reír a carcajadas en el tocador? Me lo ha contado mi doncella. Algo escandaloso,<br />
¿eh?... No vayas a ásuslarte, Juanito. Lo digo al toque de que antes de conocerme, ibas para<br />
"Luis" y te quedan resabios.<br />
El aludido, ¡oven de dieH y ocho años, ojeroso y enclenque, enrojeció hasta las orejas.<br />
Educado por unos padres modelo de rigidez y mojigatería, extraño a los tratos del mundo,<br />
tuvo un domingo la buena o la mala ocurrencia de asistir al teatro donde ia tonadillera triunfaba.<br />
Hablando en justicia, no fue la ocurrencia del moso; lo fue de unos amigos que, no sin esfuerso,<br />
lograron que les acompañase.<br />
Ver, oír a La Perla y enloquecer de amor, fue todo uno para el neófito. Durante meses,<br />
olvidando las conferencias de los "luises" donde sus padres le hacían concurrir, asistió a los<br />
"vermouths" del teatro en que trabajaba su diosa. La adoraba de incógnito desde un rincón del<br />
anfiteatro. Con el dinerillo que los domingos recogía en su casa, compraba ramos de flores y<br />
cartuchos de dulces, enviándoselos a la tonadillera sin tarjeta e indicación algunas.<br />
La florista dio noticias a Juana—así se llamaba la "estrella" en su cédula personal—del galán<br />
vergonEOSo y de su rendido enamoramiento. Ella, parte por lástima, más todavía por curiosidad,<br />
hi2O que so lo presentaran. A empujones, tropezando con los muros y con las sillas, entró el<br />
estudiante en el cuarto de su ídolo.<br />
Desde aquella tarde, adiós "luises", adiós carrera, adiós paternales respetos. Para Juanito,<br />
solamente existían La Perla en este mundo y en el otro Dios, con permiso de La Perla, se entiende.<br />
Los padres del joven, tenderos enriquecidos en fuerza de mermar a sus parroquianos el peso<br />
y la medida, y de realizar pingües usurarios negocios, dábanse ahora a la iglesia y a sus ministros,<br />
esperando de aquélla y de éstos el perdón de sus latrocinios y el acceso, previas dos o tres<br />
vueltas en !a sartén del Purgatorio, a las bienandanzas celestiales.<br />
Recogíanse pronto los arrepentidos mercachifles, y tenían pesado el sueño. Aprovechándolo<br />
y con auxilio de unas llaves, cuyos moides obtuvo en cera, escapaba el enamorado todas las<br />
noches, para llegar antes y con antes al santuario de su diosa. Junto a ella permanecía, sin proferir<br />
palabra, devorándola con los ojos, recogiéndola en ellos, sin duda al objeto de evocarla plenamente<br />
después.<br />
Si en las escapadas finasen las picardías de Juanito, no trajeran grave daño a sus padres y a<br />
él; pero el mono, queriendo probar a La Perla su amor con dádivas, más valiosas que los ramos<br />
de la florista, dio en la cuenca de que andaban por Madrid usureros fáciles a entenderse con los<br />
menores, siempre que éstos hubiesen pingüe herencia y declarasen, en documento público, pasar<br />
de los veintitrés años.<br />
Picó Juanito en el anEiielo a fin de obsequiar con unos pendientes a su dama.<br />
Una ve» el camino abierto, echó a andar por él, decidido a poner su carne en fianza, si<br />
hacerlo convenía al halago de la rubia gentil.<br />
Esta, sin reparar en los despilfarro^ del estudiante, sin suponer lo que en el futuro le significarían,<br />
los aceptaba con tierna gratitud.<br />
• —¡Pobre chico!—solía decir a su doncella- .¡Su amor no es como el de los otros!... Ahí le<br />
tienes, va para medio año, sin pedir nada, sin molestarme con declaraciones ridiculas. ¡De no ser<br />
tan feo!... ¡Aun así y todo!... ¿Por qué no?<br />
—Señorita...<br />
—¡Bah! El día menos pensado le saco de su purgatorio. Al fin y a la postre más que algunos<br />
se lo merece.<br />
—¡Es feísimo!<br />
Y de un feo vulgar. ¡Siquiera fuese de un feo extraordinario!... ¡En fin!... Cuando se hace<br />
limosna no vale saber quién la recibe.