Estudios Revista Ecléctica. Número 69 - Christie Books
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ESTUDIOS 39<br />
—Tú dispones.<br />
—Pues, nada. Voy a quitarme el traje de luces y en seguida soy con ustedes. Los demás<br />
pueden retirarse y aguardarnos allí. Tú y Garantida esperaréis. Iremos los tres en mí automóvil.<br />
—A tu disposición—contestaron los favorecidos.<br />
Al entrar en su tocador La Perla, se puso densamente pálida y se desplomó en una butaca,<br />
engarfiando sobre las entrañas sus dedos.<br />
—¿Qué le pasa a usted, señorita?—preguntó Beatris.<br />
—El dolor. Este dolor maldito que me abrasa desde bace día?.<br />
—¡Si había cesado!<br />
—Pues vuelve, y vuelve con más fuersa.<br />
—¿Quiere usted que vayamos a casa?<br />
—De ninguna manera. Ya se va pasando. Sí durase mucho sería cosa de morir. Anda,<br />
desnúdame; pero con cuidado, sin ajetreos, porque me fatiga mucho moverme.<br />
La Perla, dando un gran suspiro, dejó caer su cabeza contra la butaca.<br />
IV<br />
Obligada por los comensales hubo Juana de ocupar el sitio de honor. Junto a ella asentaron<br />
Enrique y Garantiza; los demás fueron haciéndolo conforme a sus gustos, inclinaciones o deberes.<br />
De treinta no pasaban los "íntimos" e "íntimas" de ¡a tonadillera. En mujeres estaba lo más<br />
sobresaliente del gremio: La Alondra, famosa por sus cantos norteños y por sus carnes duras y<br />
apetitosas de asturiana; la Carito, gran desvergonsada, maestra en la música chulesca y en los<br />
bailes escandalosos; la Emperatrís, una gitana de ojos verdes y cintura flexible, que ponía sobre<br />
los escenarios, cuando cantaba o bailaba, el alma entera de su rasa, el poema sensual y bravio de<br />
su ascendencia indómita, de su casta, conservada, sin mezcla casi, a través de las naciones y los<br />
siglos; la Joya, más artista que ninguna de sus compañeras, capas de ocupar puesto meritorio<br />
entre las grandes actrices cómica?, pero dedicada a la tonadilla, porque este género se pagaba<br />
mucho mejor que el otro; la Lesbia, señora de alto rango en las tierras americanas, que, debido a<br />
su turbulento vivir, había roto todo género de relaciones con su mundo y brillaba en éste por su<br />
educación exquisita, por su ingenio, por su temperamento de verdadera artista y por su licenciosa<br />
conducta, que ante ninguna perversión hacía alto.<br />
Seis u ocho mujeres más había de menos "carH". Junto a ellas, enamorándolas, mendigando<br />
su preferencia y sus favores, asentaban hombres de grandes y bien ganados prestigios en el arte,<br />
en la ciencia, en las aristocracias de la sangre, de la banca y del toreo, aristocracia esta última,<br />
entre nosotros, a las restantes superior.<br />
De todos triunfaba La Perla aquella noche, siendo centro en que convergían miradas y atenciones.<br />
Verdad es que sabía corresponder a sus admiradores hablando a cada uno el lenguaje propio<br />
de sus aficiones y costumbres. Hablaba en alemán con el secretario de la germana legación;<br />
respondía en el más puro londinense a un agregado de la Embajada inglesa; discutía de arte con<br />
los pintores, escultores, literatos y músicos; a Pacovrito, pontífice máximo del toreo, le criticaba<br />
este o aquel pase, la estocada al quinto de Míura y las verónicas al primero de los Muruve; hasta<br />
del alza y baja de los fondos daba opinión al aplopético banquero Merouvel, representante de la<br />
banca judía.<br />
Eran sus juicios acertados, sus ideas simpáticas. Sus conocimientos, escasos en realidad»<br />
parecían extensos, profundos, gracias a su gran espíritu de asimilación, a su claro y agudo<br />
ingenio. Los hombres la admiraban y la adoraban; en la admiración de las mujeres notábase un<br />
dejo de envidia, lo cual no estorbaba a que todas la agasajasen. Por ella se hubiera cambiado en<br />
aquel minuto la mejor.