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Estudios Revista Ecléctica. Número 69 - Christie Books

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en su honor; "Manos de Oro*' preludió la Marcha Real; los "cantaores" jalearon en trío a la recién<br />

llegada, y el "bailaor" hizo una pirueta que le mantuvo tres segundos flotando en la atmósfera.<br />

Aquella noche y en aquel sitio conoció Juana a Enrique, un músico invitado por los caballeretes,<br />

que empezaba a adquirir renombre en los escenarios y era maestro en la confección de<br />

tonadillas y cuplés.<br />

Cantó Juana unos tangos; probó su destreza en dos o tres bailes flamencos; demostró, sin<br />

alardes, su gracia natural y su ingenio más de una ve 2 durante la cena, y Enrique, ya prendado,<br />

por su belleza, de la joven, hubo de asegurarle que a poco esfuerzo y siguiendo las enseñanzas<br />

que él le diese, no le sería difícil ocupar entre las cupletistas un sitio, si a los principios muy<br />

modesto, mejor siempre que el ocupado actualmente por ella siendo mercancía de todos, yendo<br />

de unos en otros hombres como pelota de frontón.<br />

No le parecieron mal a Juana los consejos del músico. Mejor le pareció todavía el músico, y<br />

desde aquella noche vivió con él y para él en un pisito de la calle Mayor.<br />

No abundaban los muebles en la habitación del artista, pero había los suficientes a dos<br />

personas y aun a las visitas, si no eran muchas.<br />

Enrique atendió a los gastos de Juana mientras duró su aprendizaje. Ya en condiciones de<br />

éxito, la tonadillera debutó en un teatrillo de mala muerte, con ropa alquilada, única que el<br />

músico, expefundo todo lo ernpeñabie, pudo conseguir.<br />

La Perla triunfó ante un público poco exigente. Era muy hermosa, cantaba con afinación y<br />

bailaba con exquisita gracia. A más sabía sonreír con tan picaro gesto y mirar con mirar tan<br />

provocativo, que los hombres se electrizaron, y, puestos en pie, hicieron a la debutante una<br />

frenética ovación.<br />

Siempre ayudada por Enrique, fue ganando en sueldo y fama. Un empresario berlinés la<br />

contrató para treinta representaciones; pasó de Berlín a Víena, a París, a San Petersburgo...<br />

Cuando a los cuatro años de ausencia se presentó al público madrileño en un teatro de<br />

importancia, era toda una "estrella" a la cual dedicaban columnas impresas los diarios; planas<br />

enteras, con retratos en varias posturas, las ilustraciones; tiras especiales las carteleras de<br />

espectáculos.<br />

El mérito deja tonadillera respondió a los ofrecimientos hechos en el reclamo. El público de<br />

Madrid enloqueció por ella; los hombres se arrastraban en planta mendicante a sus pies, ofreciéndole<br />

oro, joyas, cuanto exigiese a cambio de unas horas, de unos meses de amor...<br />

Ella, en la cúspide de su triunfo, aceptaba desdeñosa los particulares homenajes, pateando<br />

fortunas, despilfarrándolas, sin pensar en el porvenir, haciendo leyes sus caprichos, caprichos que<br />

sus adoradores debían satisfacer sin discutirlos, fueran los que fueran y costasen lo que costasen:<br />

aunque tales satisfacciones significaran el caudal o la vida.<br />

La Perla no ponía atención en semejantes pequeneces. Como los conquistadores, marchaba<br />

impasible entre las ruinas y la sangre, imponiendo el poderío, el despotismo de su carne a ¡os<br />

hombres que antes la despreciaran y zarandearan a empujones lascivos, de un exfremo a otro<br />

del arroyo.<br />

Venía la hora del desquite y, La Perla, la aprovechaba sin remordimientos, sin piedad. Si<br />

algunos sentía eran momentáneos: pronto se eclipsaban en el recuerdo de los días trágicos de<br />

miseria, de abyección, de ignominia.<br />

Recordándolos, frunció Juana el ceno. Poce duró su enojo, Al ver su cuerpo, acariciado por<br />

el sol, reflejarse en la luna que enfrontaba su cama, el ceño áspero trocóse en sonrisa triunfal;<br />

irguió el busto, saltó de! lecho, y envolviéndose en un batón de felpa, echando hacia atrás la<br />

cabeza, dejando que sus cabellos rubios descolgaran al largo de su espalda como un manto de<br />

emperatriz, dio al aire el estribillo canallesco de su favorita canción:

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