Estudios Revista Ecléctica. Número 69 - Christie Books
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VI<br />
La habitación principal del hotel se dispuso para sala de operaciones.<br />
Una mesa quirúrgica, construida exprofeso, ocupaba el centro de la sala recibiendo IUH de<br />
dos anchos Y altos ventanales. Las cajas antisépticas, las de vendajes e instrumentos ocupaban<br />
lugar propio a su fin; un gran irrigador, que comunicaba con un termo accesorio, por niquelada<br />
tubería, descolgaba sobre la mesa de operaciones; las paredes se habían estucado; poderosos<br />
desinfectantes alejaban todo peligro de contagio. Por miles gastó las pesetas Enrique para<br />
subvenir a los gastos preliminares. ¡Qué remedio! La Perla no quiso ir a ningún sanatorio.<br />
—Para algo tengo en el Crédit unas pilas de duros. Si me restablezco, pronto se repondrá<br />
la merma. Si no me restablezco, antes que mis herederos debe ser mi comodidad. Sobre todo, no<br />
quiero dar motivo a nadie para que suponga que dejo por tacañería mi casa.<br />
Los repórters de los periódicos acudían frecuentemente en busca de noticias; los de las<br />
revistas ilustradas llevaban sus fotógrafos. La Perla, doliente, constituía mayor actualidad que La<br />
Perla en funciones. Publicáronse fotograbados de la sala de operaciones, de los médicos y<br />
ayudantes que iban a practicarlas, y, no hubo excusa, Juana tuvo que dejarse retratar en su alcoba,<br />
incorporada sobre las almohadas del lecho, ceñida la cabeza por una caprichosa gorrita, apoyado<br />
el rostro en una de sus manos y dejando caer la otra, con melancólico desplome, sobre la colcha<br />
de sedería azul.<br />
Estaba encantadora. No obsiante sus repulsas y dificultades para ponerse írente al aparato<br />
fotográfico, al ver reproducida a la vez en veinte periódicos su cara pálida e interesante, al leer<br />
al píe de las fotografías: "La Perla en el lecho donde se prepara para una grave operación"; al<br />
oír los elogios que de ella se escribían y los votos fervientes que se hacían por su cabal restablecimiento,<br />
tuvo un gesto de orgullo:<br />
—jAun me recuerdan!—dijo—. ¡Aun me quieren! ¡Aun sigo triunfando de los hombres y de<br />
los públicos!... Mi vida está en su adoración y sus admiraciones. Tan lo está, que, luego de hojear<br />
estos periódicos, el miedo a sufrir, a morir mañana, ha huido de mí pensamiento y de mí corazón.<br />
—¡Sufrir!... ¡Morir!—contestóla Enrique—. El sufrimiento dalo por descartado. Gracias al cloroformo,<br />
pueden abrirle a uno en canal sin que se entere da la carnicería. ¿Morir? ¿Quién habla<br />
de morir? El doctor Menéndez es un cirujano sin par. Nadie le aventaja en el mundo para esta<br />
clase de operaciones. La tuya es delicada, pero no hay peligro de muerte. Dentro de un mes<br />
estarás más fresca que una rosa y almorzando conmigo en Aranjuez, en El Escorial, donde gustes.<br />
He resuelto que la primera excursión de convaleciente la hagas conmigo, sólita y de incógnito.<br />
En las convalecencias es preferible un hermano a un amante.<br />
—¡Todo hace falta, Enrique!—exclamó Juana, poniendo sus labios en gracioso mohín.<br />
—Ahora—siguió—, y por si acaso, es sólo por si acaso, Enrique, hasíe cargo de las cosas de<br />
valor que hay en esta casa. Mira, en el armarito de caoba, en el cajón de doble fondo, tengo un<br />
escrito donde constan todos los valores y joyas que poseo. Coge las llaves y trae la nota, Beatriz.<br />
Enrique, tú revisa la nota y después, conociendo como conoces el secreto para abrir mí caja, si<br />
llego a morirme la abres y te incautas de todo para entregárselo a mis padres. No dirán que no<br />
pago con grandes intereses la existencia y la miseria que me dieron. Anda, Beatriz, anda y tráete<br />
la lista.<br />
La doncella, a seguida de recoger el pliego, lo desdobló, leyéndolo de cabo a rabo. Algunas<br />
alhajíllas faltaban en ella y algunas notas de dinero, repartido por diversos cajones. Recogió Beatriz<br />
en su memoria la lista de olvidos, y fue a entregar a su señora la lista de lo recordado y<br />
apuntado.<br />
—Bueno—murmuró Juana, entregando el documento a Enrique—, guárdalo, v si me ocurre<br />
una desgracia...