2º semestre - Año XXV - aespat
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Violencia, de raíz / Root Violence 187<br />
ni el método mediante el cual ha logrado<br />
sus conocimientos. Sus ideas<br />
hacen referencia a una idea central<br />
simple, que articula su conducta. Simplifica<br />
los problemas, sin necesidad de<br />
análisis de ningún género, con tal de<br />
ofrecer una versión dogmática, que le<br />
otorgue la prerrogativa de ser dueño<br />
de la verdad.<br />
• Provee seguridades, se anticipa al miedo<br />
y a los factores que lo provocan, improvisando<br />
recetas para resolver problemas<br />
futuros, satisfacer necesidades<br />
y aminorar riesgos y dificultades.<br />
Víctima o antagonista: Es la diana de la<br />
saña del Perseguidor y sus secuaces. A<br />
medida que recibe agresiones, desprecios<br />
y humillaciones, la víctima acumula amargura<br />
y rabia, y mengua su autoestima y<br />
dignidad. La víctima siempre es degradada<br />
por su perseguidor como un oprobio moral,<br />
loco, egoísta, alguien que debe ser destruido,<br />
siquiera sea simbólicamente, para<br />
recuperar la dignidad del grupo. Esta catalogación<br />
justifica al perseguidor para ejercer<br />
violencia sobre su víctima, y convertirla<br />
en pedestal sobre el cual afirmar su poder.<br />
Intendente o avituallador: Alimenta la dinámica<br />
del juego con los medios precisos,<br />
según sea la circunstancia y el papel que<br />
encarne su interlocutor. Si está con la Víctima,<br />
la consuela, le muestra su compasión,<br />
o la rescata del acoso, sin suministrarle recursos<br />
que pudieran facilitarle su defensa.<br />
Cuando se relaciona con el Perseguidor, el<br />
Intendente concede comprensión a las críticas<br />
despiadadas que éste haga respecto a<br />
su víctima, justifica su animadversión y hasta<br />
puede participa de su indignación. El Intendente<br />
siempre sobreactúa; incluso, se<br />
preocupa en exceso, inunda a la Víctima<br />
con sus propios temores, menguando aún<br />
más sus posibilidades de defensa, o muñe<br />
el afán destructor del perseguidor.<br />
Espectadores: Son personas que conocen<br />
el proceso, pero temen involucrarse en<br />
su resolución y se evaden de adoptar postura,<br />
resultando así cómplices iniciales del<br />
Perseguidor, aunque sea por pasividad.<br />
Después, agobiados por la culpa o la vergüenza<br />
de su inhibición, operan como salvadores<br />
de la Víctima.<br />
Secuaces del Perseguidor: Son su corte,<br />
el nicho social necesario para que el Perseguidor<br />
active sus fechorías, cooperan<br />
con él/ella para urdir las agresiones, que<br />
aplauden con la risa y comentarios jocosos.<br />
También, actúan como lugartenientes del<br />
Perseguidor, urdiendo y ejecutando tretas,<br />
que puedan ocasionar daño a la Víctima,<br />
incluso con mayor crueldad y vesania que<br />
las que pudiera idear el Perseguidor.<br />
La violencia comienza siendo psíquica,<br />
mediante bromas molestas, recuerdo de escenas<br />
de fracaso, motes y mofa de los defectos<br />
o peculiaridades de la víctima, a<br />
quien dejan de llamar por su nombre, para<br />
designarlo como “bola”, gafitas”, “mariquita”,<br />
etc. Si este tipo de ataques quedan impunes<br />
y la víctima se amilana, llora, huye, o<br />
da cualquier muestra de sometimiento, Perseguidor<br />
y Secuaces quedan reforzados, se<br />
afianza su vivencia de fuerza y poder, porque<br />
alguien les teme realmente. No cabe olvidar<br />
que la autoestima del violento es baja,<br />
o se resiente y depende de las muestras<br />
de inferioridad del antagonista. Así pues, el<br />
protagonista y su comparsa utilizan el juego<br />
como esfuerzo de autoafirmación.<br />
En el plano relacional, el “juego de poder”<br />
prosigue la escalada dramática: los<br />
agresores se ceban hurtando o destrozando<br />
utensilios de la víctima, su negocio, casa,<br />
ropa y enseres personales, cuando no<br />
lo someten a vejaciones sexuales. En esta<br />
fase, comienza la amenaza como chantaje:<br />
“Como te chives (a la policía, a los servicios<br />
sociales, al juez, al director del colegio)<br />
te vas a enterar”. El silencio convierte<br />
a la víctima en cómplice de sus agresores,<br />
por miedo a empeorar su calvario.<br />
En el plano emocional, la Víctima acumula<br />
rabia, vivencias de rechazo y marginación,<br />
resentimiento, un inmenso deseo de<br />
revancha que la libere de tanto sufrimiento,<br />
aunque haya de transmutarse en Persegui-<br />
Revista de Análisis Transaccional y Psicología Humanista, Nº 57, <strong>Año</strong> 2007