2º semestre - Año XXV - aespat
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196 Francisco Massó Cantarero<br />
favorecer la autoría del discípulo, convertirlo<br />
en un authentés, alguien que actúa<br />
desde si mismo, coherente con el sistema<br />
de pensamientos y sentimientos que le<br />
otorga identidad, y razón de ser y sentido<br />
a su vida. Es decir, el educador ha de poner<br />
a su discípulo frente al reto de crear<br />
su proyecto de vida y darle confianza para<br />
que adopte decisiones y asuma riesgos,<br />
en lugar de amansarlo o zamarrearlo<br />
con el argumento, aunque éste sea de<br />
triunfador.<br />
La cooperación y el trabajo en equipo, la<br />
solidaridad, la dignidad humana, el respeto<br />
mutuo, la constancia, el esfuerzo, el afán<br />
de superación, el respeto a la Naturaleza<br />
empezando por la propia, el disfrute saludable,<br />
el derecho a desarrollar la creatividad,<br />
a tener un proyecto existencial propio<br />
y a ser singular, son valores que pueden<br />
marcar el camino al que el educador puede<br />
dirigir a su discípulo, para que éste haga<br />
su propia andadura. La vida de la Naturaleza,<br />
la salud integral, la convivencia, el<br />
desarrollo personal hasta la trascendencia,<br />
son las boyas que marcan la ruta para estar<br />
orientados en el océano y evitar que<br />
nos seduzcan los cantos de sirena del consumo,<br />
el hedonismo o el gregarismo indiferenciado.<br />
Higiene en los medios<br />
Actualmente, la prensa, Internet, el cine,<br />
el teatro y, en general, las artes, que por<br />
fortuna son más accesibles que nunca en<br />
la historia, son vehículos transaccionales<br />
que transmiten modelos de vida, crean iconos,<br />
cuyos personajes seducen dentro de<br />
la pantalla y, a continuación, desde el papel<br />
satinado, las personas reales que los<br />
encarnan promueven su peculiar estilo de<br />
vida.<br />
Los guiones de los personajes, con demasiada<br />
frecuencia, están urdidos para desencadenar<br />
el drama, o la tragedia. Si el<br />
protagonista actúa en posición +/-, el antagonista<br />
se defiende pretendiendo ocupar la<br />
Revista de Análisis Transaccional y Psicología Humanista, Nº 57, <strong>Año</strong> 2007<br />
misma posición. En consecuencia, la violencia<br />
está servida, sin límite moral de ningún<br />
género: habrá que conseguir la victoria,<br />
como sea, sin reparar en medios, ni<br />
costes, ni respetar límites.<br />
En el ámbito de la vida privada, los ideales,<br />
valores y pautas morales que presiden<br />
la vida de estos héroes y heroínas tienen<br />
tanta incidencia como la de sus personajes.<br />
El proceso mimético, que urden A 1 y P 1<br />
durante la primera infancia, no se cancela<br />
cuando A 2 tiene competencia para dirigir la<br />
vida de la persona. La incidencia del proceso<br />
primario remite, y hasta puede resultar<br />
residual, conforme A 2 disponga de mayor<br />
autonomía, sea más hábil y tenga un<br />
proceso de pensamiento más genuino; pero,<br />
el proceso primario subsiste. En cualquier<br />
caso, hay una responsabilidad social<br />
de quienes encarnan estos símbolos de poder<br />
físico (deportistas), belleza, dotes interpretativas,<br />
creatividad, etc., y también de<br />
quienes, indistintamente, difunden sus logros<br />
y miserias. Si bien es deseable que<br />
los logros provoquen emulación, las miserias,<br />
a las que todos tenemos derecho como<br />
seres humanos, merecen la máxima<br />
discreción, porque, irremediablemente,<br />
también la suscitan.<br />
Igualmente, los medios difunden noticias,<br />
con preferencia de aquellas que nos<br />
sumergen en la posición -/-, porque una<br />
“buena noticia no es noticia”. Esto es una<br />
desgracia antropológica: el hombre nace<br />
en pecado, para lavar sus culpas necesitó<br />
la redención de todo un dios, sus enemigos<br />
son su propio cuerpo, “la carne” según el<br />
Ripalda, y la civilización que él mismo ha<br />
creado, “el mundo” en dicho texto. A poco<br />
que hurguemos por la historia, nos toparemos<br />
con la violencia. Así, no hay manera<br />
de construir una concepción antropológica<br />
plausible, conforme con el principio berniano<br />
“yo estoy bien –tú estás bien”, que permita<br />
confiar en un hombre decente.<br />
Sin embargo, es posible, porque el hombre<br />
no es un dechado de maldad, perversiones<br />
y errores sin cuento. Individualmen-