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Wilson Miño Grijalva<br />
En este mismo año, Alfaro, mediante un Mensaje al Congreso Nacional de apoyo<br />
a los obreros de Guayaquil, se hace eco de los problemas de la Caja de Ahorros de la<br />
Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso, que se había destacado entre sus similares<br />
de la urbe pero que había cerrado sus puertas. El contenido de dicho Mensaje revela la<br />
importancia del ahorro popular en ese período, que trasciende la imagen de precarias<br />
iniciativas mutuales de gremios urbanos en organización, destaca el primer problema de<br />
malos manejos de una caja y la falta de control estatal.<br />
La Caja de Ahorros perteneciente a la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso,<br />
cuyo gerente general, era a la vez cajero del Banco de Crédito Hipotecario, funcionaba<br />
en el mismo edicio del Banco. Probablemente, sus cuentas estarían ubicadas en esta<br />
entidad. No obstante, según Alfaro, “en un hecho sin precedentes, y que reviste todos<br />
los caracteres de la más negra perdia, vino a echar por tierra, con escándalo de propios<br />
y extraños, el crédito de una institución que debió estar al abrigo del fraude.” 41 Los<br />
ahorristas perjudicados elevan sus quejas al presidente Alfaro, el mismo que demanda al<br />
Congreso Nacional de 1909, que tome medidas nancieras y legales al respecto.<br />
El escandaloso fraude ilustra las características de la problemática de las cajas de<br />
ahorros a comienzos del siglo XX. En primer lugar, Alfaro comenta que desde algunos<br />
años comenzaron a dar sus mejores frutos el establecimiento de pequeños bancos, que<br />
acumularon sumas considerables con los modestos depósitos de gente pobre. Lo que<br />
advierte la importancia del ahorro popular. En segundo lugar, informa de la prosperidad<br />
de la Caja de Ahorros de la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso y de su<br />
extraña vinculación con el Banco de Crédito Hipotecario. 42 En tercer lugar, comenta<br />
la perdia del fraude con los pequeños ahorros en un hecho sin precedentes. En cuarto<br />
lugar, la queja de los perjudicados al Presidente de la República y a los Representantes<br />
del Guayas en el Congreso Nacional. Y, nalmente, la quinta el pedido del Presidente<br />
al Congreso para que solucione el problema de los perjudicados de la Caja de Ahorros<br />
con ingresos públicos, reglamente y proteja jurídicamente a “los intereses del pueblo”.<br />
Ante este pedido, el Congreso dictó una Ley, en 1912, para que se indemnizase a los<br />
depositantes con los fondos que percibía el Comité del monumento de la Columna al<br />
Nueve de Octubre, tan pronto éste hubiese cumplido su cometido. El 31 de octubre de<br />
1918 se decretó la suspensión de la Ley anterior y se asignó los fondos nuevamente al<br />
Comité del monumento.<br />
Este pedido signicaba que Alfaro consideraba, pese a la vigencia de las ideas<br />
económicas liberales, la necesidad de que el Estado intervenga en el funcionamiento de<br />
41 Ibíd., p. 288<br />
42 El Banco Hipotecario había demostrado su interés por “capacitar técnicamente” a la Caja de Ahorro<br />
de la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso, pero existían otros intereses más profundos<br />
de los bancos hipotecarios con relación a las dos Cajas de Ahorro de la época. Según Julio Estrada<br />
Ycaza, éstas probablemente fueron utilizadas para canalizar el ahorro popular, que según Alfaro era<br />
respetable, hacia dichos bancos por intermedio de la negociación de cédulas hipotecarias. Es más,<br />
uno de los directivos del Banco Hipotecario llegó a ser dirigente de la Caja de Ahorro de la Sociedad<br />
de Artesanos Amantes del Progreso durante el último cuarto del siglo XIX.