ANO DOCE

La 1
impidió mi familia con su severa vigilancia, y, sefores, yo era Jo-
'en y '-Ic buenas prendas; mi primera y sangrienta aventura me
daba cierto barniz interesante; ]as darnas de Madrid eran muchas y
beflas, y no tardé en olvidar a la condesa, y engolfarme en nuevas
y no menos dramáticas aventuras: sin duda mis inclinaciones fueron
muy malas, pues congenié con ci crimen, del cual no pude apartaTMe
por más que serios disgustos me vaiió. Ni es una confesión
Ia que estoy haciendo a ustedes, ni hace ahora al caso el relato de
mis aventuras, ni es para nadie un misterio cámo y pot qué vine
a dar en esta Nueva Espana. No han sdo en ella escasas mis vIctimas,
y Remedios, me horroriza ci pensarlo, debió haber sido una
de tantas; pero más que su belleza y encantos, me sedujo Ia noticia
que tuve de la colosal fortuna de que es dueña: esta fortuna parece
etar principalmcnte formada por bienes que en un dia pertenecieron
al o pulento monasterjo de San Francisco, bienes de que con
suprema habilidad se apoderó ci célebre embaucador Garcia Alonso,
que habiendo arnado zi Remedios con tan insensata corno Cxtrana
pasión, la constituyó, mucho tiempo antes de morir, en su
legitima heredera, constando esto en escrituras que VI) me encargué
de hacer desaparecer apoderándome de ellas. No quicro referir
a ustedes los recursos que para ello puse en juego, resultándome
Casi todos ineficaces y contrap rod ucentes: lo ünico que 1Iegu a lograr,
fué aislar j mj victirna como lo he conseguido fácilmente,
en medjo de esta sociedad ruin y preocupada. Hace algunos dIas
que con mil arteras mafias, he logrado hacerme de confianza en la
Casa de Remedios, y asI es como ha venido a dar a mi poder una
caja que yo crel depósito de las suspiradas escrituras, y que abierta
me ha descubierto el screto de la procedencia de Remedios: en
esa caja encontré una especie de relacidn hecha pot los supuestos
padres de Remedios, en cuya relación dicen éstos que la nina fué
depositada en el zaguán de la casa en que moraban, cuidadosa-
'flente envuelta en ricos panos de los que pendIa una gruesa bolsa
con una fuerte cantidad de oro, y un retrato de mujer encerrado
en Una cajita de cobre perfectamente soldada en su abertura; a la
fllña, at dinero y a la caja misteriosa, acompanaba un papel escrito,
recomendando a la infeliz criatura, y exigiendo a las personas
a las cuaies se recomendaba, que por ningun estilo abriesen la caja
que COntenIa ci retrato de la madre, hasta quc ésta 6 un emisario