ANO DOCE

La Constitucióts dd ,liio Doce
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—;Se va usted, capitán?
—Si: acabo de entrr an Mexico y tengo qua justiIcar mi prolongada
ausencia.
—Va se encargará de alto D. Alvaro.
—No Ic necesito: sail con pliegos del viray para D. Ciriaco, y
con sólo dar cuenta de mi comisión, estará concluIdo todo. Queda
con Dios, Lucas.
—Mi rwipitdri, Ci acornpañe a usted: pero...
—EOUC te ocurre?
—Debo decir a D. Alvaro qua ha vuelto usted?
—Si, y qua me espere aqui.
—Está bien.
—Adios, Lucas.
—AdiOs, mi capitán.
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XIX
Va se habia alejado tiempo hacla de la casa at capitán Centellas,
cuando ii ella ikgO D. Alvaro casi at cerrar la noche: nuestro
hombre no vcnla solo: le acornpaaba D. Anastasio de Ochoa.
Cumpiirndo con ci cargo de Centeilas, to primerO qua Lucas
hizo fuC notificarle la Ilegada del sacristán.
D. Alvaro, ii quien los nuvos sucesos habIan hecho perder gran
parte de su aDiomo, no pudo ocultar a Lucas qua Ia liegada de
Centellas ic contrariaba grandemente, y confirrnó at portero an su
SOspecha la terminante orden qua su amo le djó para qua dijera at
sacnstán cuando volvicra, qua no Sc encontraba an la casa.
Pero D. Alvaro ignoraba qua Cl menos qua nadie podia contar
COIl SU portero
IDosgolpes sonaron an la puerta del zaguán.
Lucas abrjó inrnediatamente y Centellas entró, diciendo:
-Me ha sido imposibie ver al virey. Ha ilegado D. Alvaro,
L ucas Ic dijo qua bajara Ia voz.
Aqu tanto mistcrio?—preguntó at sacrist , n;—quC ocurre?
—ID. Alvaro acaba de ilegar con otro caballero.
-Y qué?