ANO DOCE

13 16 Episodjos Hisló yicos Mexjca,,øs
—Pero en fin, D. Pedro Lafuente...
—Sc me escapó de entre las rnanos, y lo que es peor lleváu dose
su dincro.
—Cómo fud eso?
—El diablo le favoreció y echo sobre rnh una partida de insugentes
que no me dejaron ni cara en que persignarme.
—Pero ;y la gente dc usted y mi hermano Martin-
-Lucas, pide pot éI al diablo ci mismo favor quc D. Alvaro te
encargó pidieras para mi.
—I-Ia muerto!
—Dc un balazo entre ceja y ceja: fué quien aprovechO ci primer
tiro de los insurgentes.
—iListin-za de muchacho!—exciamO Lucas:—v tan va!icnte
como era: pero en fin, jcóm iirt ML!. H.: i1ji fr
me libré yo quedátidomc aqw.
—A ml me lo debes, Luca.
—Gracias, ml capitan.
—No hay de qué, Lucas: conquc, muchu cuidado: v)y a vu;- :jué
contiene esa caja de que me has hablado.
Un cuarto de hora después, Centellas voivió a la porterla; Lucas
le salió al encuentro preguntándolc:
—;Contiene algo bueno Ia cala?
—No lo sé.
—iCOmo!
—Si, Lucas, no lo sé.
—No cornprcndo.
—En Ia caja solo hay un largo manuscrito referente al uacimiento
de D. Remedios.
—Era hija de alguna gran dama?
—Parece que Si, pero segün ci tal manuscrito, la dama se olvidó
de su hija desde el instante mismo de su nacimiento.
—Para algo, sin embargo, deben servir esos papeles,_observó
Lucas.
—€Por qué lo dices?
—Porque cuando D. Alvaro saiiO de su habitacióri y pasO por Ia
porteria para irse a Ia caile, note que iba profundarnente preocupado.
—No adivino por qué; pero en fin, éI mismo me lo dirá Si a
vuelta se halla aquh.