ANO DOCE

1318 Episodios Hisloricos Mexicanos
—Que me ha mandado que si usted venia Ic dijese quc aun no
habi a vuelto.
—Es extraflo.
—Y tanto que si; como quc rue pareclo que no Ic ha hccho
rnucha gracia la vuelia de usted.
—Si, eh?
—Como usted to oye.
—Aqui hay aigo grave.
—Eso supongo yo.
—14 stá bien; trataremos de averiguarlo.
—Qué debemos hacer?
—Tu, Lucas, permanecer en tu porterla como si tat cosa, y sin
decir a nadic quc aqui estoy.
—Asi se hard.
—Lo demás corre por mi cuenta.
Ccntcllas subió las escaleras, y con precaución entró en las habitaciones
de D. Alvaro y Ilegó delante de la puerta de su dcspacho,
que estaba cerrada con have, y püsose a escuchar.
—La sucrte nos Cs contraria, Sr. Ochoa; ci portero acaba de
decirme que el sacristán ha Ilegado a Mexico.
—Mi buen Lucas habia sospechado bien,—dijo Centellas para Si.
—;No dice usted, señor D. Alvaro, que ese hombre Cs Ufl ban
dido?—prcguntó Ochoa.
—Lo es, Si; pero temible.
—No to sabes ti bicn,—pensó Centehlas para sus adcntr. ana
diendo despuCs: —tan tcmible como buen amigo t:v
hasta hoy.
—Entonces,—continuó diciendo Ochoa,—Io mejor
poner preso.
—Después tratarcmos de eso: ocupCmonOs ahora dc mi pobre
Remedios, de mi desventurada hija; yea usteci aqui, Sr. Oclioa, C'
manuscrito de que habI6 a usted y a Lizardi.
—Su hija!—exclamó Centellas para si;—qué nueva invenCión
será ésta? porque de seguro es una invención de ese picaro cxtra0
dinario; no puede cabernie duda en eHo: tat vez todos sus esfuerz°S
y los rubs han sido inütiles para lograr ci fin de apoderarsc dc Ia
cuantiosa herencia del franciscano-capitin Garcia Alonso:
los frallcs, que son ambicinsos, han pretendido abzars a