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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

porque encontraba también <strong>el</strong> medio de asistir a los que tenían menos que él.<br />

Si la Sociedad no costeó los gastos de una fosa particular, fue porque había a la sazón una<br />

aplicación más útil de los fondos, pues estos gastos son para los vivos una vana satisfacción de<br />

amor propio, y los espiritistas saben que la fosa común es una puerta que conduce al ci<strong>el</strong>o, tan bien<br />

como puede hacerlo <strong>el</strong> más suntuoso mausoleo.<br />

<strong>El</strong> Sr. Canu, secretario de la Sociedad, en otro tiempo profundo materialista, pronunció<br />

sobre su tumba <strong>el</strong> discurso siguiente:<br />

“Querido hermano Costeau: hace apenas algunos años, muchos de nosotros, y lo confieso,<br />

yo <strong>el</strong> primero, no habríamos visto ante esta tumba abierta más que <strong>el</strong> fin de las miserias humanas, y<br />

después, la nada, la horrible nada: esto es, ninguna alma para merecer o expiar, y<br />

consecuentemente, ningún Dios para recompensar, castigar o perdonar. Hoy, gracias a nuestra<br />

divina doctrina, vemos en <strong>el</strong>la <strong>el</strong> fin de las pruebas. Y para vos, querido hermano, de quien<br />

volvemos a la tierra <strong>el</strong> despojo mortal, <strong>el</strong> triunfo de vuestros trabajos y <strong>el</strong> principio de las<br />

recompensas que os han merecido vuestro valor, vuestra resignación, vuestra caridad, en una<br />

palabra, vuestras virtudes, y por encima de todo, la glorificación de un Dios sabio, todopoderoso,<br />

justo y bueno. Llevad, pues, querido hermano, nuestras acciones de gracias a los pies d<strong>el</strong> Eterno,<br />

que ha tenido a bien disipar alrededor nuestro las tinieblas d<strong>el</strong> error y de la incredulidad. Porque,<br />

hace poco tiempo todavía, habríamos dicho en esta circunstancia, la frente ceñuda y <strong>el</strong> desaliento en<br />

<strong>el</strong> corazón: «Adiós, amigo, para siempre.» Hoy os decimos con la frente alta y radiante de<br />

esperanza, <strong>el</strong> corazón lleno de valor y de amor: «Querido hermano, hasta luego, y rogad por<br />

nosotros.» (4)<br />

4. Para más detalles y los otros discursos, véase la Revista Espiritista de octubre de 1868. p. 279.<br />

Uno de los médiums de la Sociedad obtuvo sobre la misma fosa, aún no cerrada, la<br />

comunicación siguiente, de la cual todos los asistentes, incluso los sepultureros, escucharon la<br />

lectura, descubierta la cabeza y con profunda emoción. Era, en efecto, un espectáculo nuevo y<br />

pasmoso oír las palabras de un muerto, recogidas en <strong>el</strong> mismo seno de la tumba:<br />

“Gracias, amigos, gracias. Mi tumba no está todavía cerrada, y sin embargo, un segundo<br />

más, y la tierra va a cubrir mis restos. Pero, lo sabéis. Bajo este polvo no quedará mi alma<br />

enterrada, va a cernerse en <strong>el</strong> espacio para subir hasta Dios!<br />

“Por lo tanto, ¡qué consolador es poderse decir todavía, a pesar de tener la envoltura<br />

destrozada!: ¡Oh! ¡No, no estoy muerto, vivo con la verdadera vida, con la vida eterna!<br />

“<strong>El</strong> entierro d<strong>el</strong> pobre no lleva gran séquito. Las orgullosas manifestaciones no tienen lugar<br />

sobre su tumba, y sin embargo, creedme, amigos, <strong>el</strong> gentío inmenso no falta aquí, y buenos<br />

espíritus han seguido con vosotros y con estas mujeres piadosas <strong>el</strong> cuerpo de aqu<strong>el</strong> que está ahí<br />

echado. Todos, al menos, creéis y amáis al buen Dios!<br />

“¡Oh! ¡Ciertamente, no morimos porque <strong>el</strong> cuerpo se descomponga, esposa muy amada! Y<br />

en ad<strong>el</strong>ante estaré siempre cerca de ti, para consolarte y ayudarte a soportar la prueba. La vida será<br />

ruda para ti, pero con la idea de la eternidad y lleno tu corazón d<strong>el</strong> amor de Dios, ¡qué ligeros se te<br />

harán tus sufrimientos!<br />

“Parientes que rodeáis a mi muy amada compañera, amadla, respetadla, sed para <strong>el</strong>la<br />

hermanos. No olvidéis que os debéis todos asistencia en la Tierra, si queréis entrar en la morada d<strong>el</strong><br />

Señor.<br />

“Y vosotros, espiritistas, hermanos, amigos, gracias por haber venido a darme <strong>el</strong> adiós hasta<br />

esta morada de polvo y de barro. Pero ya sabéis que mi alma vive inmortal, y que irá algunas veces<br />

a pediros oraciones, que no me serán rehusadas, para ayudarme a marchar en esta vía magnífica que<br />

me abristeis durante mi vida.<br />

Página 118

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