El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
Latour<br />
Un miembro de la Sociedad Espiritista de París, que oró por este desgraciado espíritu y le<br />
evocó, obtuvo en diferentes intervalos las comunicaciones siguientes:<br />
I<br />
Fui evocado casi después de mi muerte, y no pude comunicarme enseguida, pero muchos<br />
espíritus ligeros han tomado mi nombre y mi puesto. Me he aprovechado de la presencia en<br />
Brus<strong>el</strong>as d<strong>el</strong> Presidente de la sociedad de París, y con <strong>el</strong> permiso de los espíritus superiores, me he<br />
comunicado.<br />
Iré a comunicarme a la Sociedad, y haré rev<strong>el</strong>aciones que serán un principio de reparación<br />
de mis faltas, y podrán servir de enseñanza a todos los criminales, que leerán y que retlexionarán<br />
sobre <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato de mis sufrimientos.<br />
Los discursos sobre las penas d<strong>el</strong> infierno hacen poco efecto en <strong>el</strong> espíritu de los culpables,<br />
que no creen en todas esas imágenes, espantosas sólo para los niños y los hombres débiles. Pero un<br />
gran malhechor no es un espíritu pusilánime, y <strong>el</strong> miedo a los gendarmes obra más sobre él que la<br />
r<strong>el</strong>ación de los tormentos d<strong>el</strong> infierno. He ahí por que todos los que me leerán serán sensibles a mis<br />
palabras, a mis sufrimientos, que no son suposiciones. No hay un solo sacerdote que pueda afirmar:<br />
“He visto lo que digo, he presenciado los tormentos de los condenados.” Pero cuando expreso: “He<br />
aquí lo qué ocurrió después de la muerte de mi cuerpo. Mirad cuál fue mi desengaño, reconociendo<br />
que no estaba muerto, como lo esperaba, y que lo que creí como fin de mis sufrimientos era <strong>el</strong><br />
principio de tormentos imposible de describir.” Entonces más de uno se detendrá al borde d<strong>el</strong><br />
precipicio donde iba a caer, y cada uno de los desgraciados que yo detenga de este modo en la<br />
pendiente d<strong>el</strong> crimen servirá para que yo rescate una de mis faltas. Así es como <strong>el</strong> bien triunfa sobre<br />
<strong>el</strong> mal, y como la bondad de Dios se manifiesta por todas partes tanto en la Tierra como en <strong>el</strong><br />
espacio.<br />
Se me ha permitido librarme de la vista de mis víctimas, que son ahora mis verdugos, a fin<br />
de comunicarme con vos, pero al dejaros las volveré a ver, y sólo esta idea me hace sufrir tanto que<br />
no podría explicároslo. Soy f<strong>el</strong>iz cuando se me evoca, porque entonces dejo mi infierno por algunos<br />
instantes. Rogad siempre por mi, rogad al Señor para que me libre de la vista de mis víctimas.<br />
¡Sí, oremos juntos, la oración hace tanto bien!... Estoy más aliviado. No siento tanto la<br />
pesadez de la carga que me abruma. Veo un rayo de esperanza que luce en mis ojos, y, lleno de<br />
arrepentimiento, exclamo: ¡Bendita sea la mano de Dios, que su voluntad sea hecha!<br />
II<br />
P. En lugar de pedir a Dios que os libre de la vista de vuestras víctimas, os invito a orar<br />
conmigo para pedirle la fuerza de soportar este tormento expiatorio.<br />
R. Hubiera preferido librarme de la vista de mis víctimas. ¡Si supierais lo que sufro! <strong>El</strong><br />
hombre más insensible se conmovería si pudiese ver impresos como fuego en mi rostro los<br />
sufrimientos de mi alma. Haré lo que me aconsejáis. Comprendo que éste es un medio un poco más<br />
rápido de expiar mis faltas. Es como una operación dolorosa, que debe dar la salud a mi cuerpo muy<br />
enfermo.<br />
¡Ah! ¡Si pudieran verme los culpables de la Tierra, cuán asustados estarían de las<br />
consecuencias de sus crímenes, que ocultos a los ojos de los hombres, son vistos por los espíritus!<br />
¡Cuán fatal es la ignorancia a tantas pobres gentes!<br />
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