El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
pasar sus pruebas una posición modesta! ¡Vosotros no sabéis, vosotros todos a quienes devora la<br />
envidia, a qué estado se ve reducido uno de los que llamáis los dichosos de la tierra! ¡No sabéis las<br />
ascuas ardientes que amontona sobre su cabeza! ¡No sabéis los sacrificios que impone la riqueza,<br />
cuando se quiere aprovechar ésta para la salvación eterna! ¡Que <strong>el</strong> Señor me permita a mí, <strong>el</strong><br />
orgulloso déspota, venir a expiar entre los que he atrop<strong>el</strong>lado con mi tiranía, los crímenes que <strong>el</strong><br />
orgullo me ha hecho cometer! ¡Orgullo! Repetid continuamente esta palabra, para no olvidar jamás<br />
que es la fuente de todos los sufrimientos que nos abruman.<br />
Sí, abusé d<strong>el</strong> poder y d<strong>el</strong> favor de que gozaba, fui duro y cru<strong>el</strong> para mis inferiores, que<br />
debían doblegarse a todos mis caprichos, satisfacer todas mis depravaciones. Gozaba de nobleza,<br />
honores y fortuna, y he sucumbido bajo <strong>el</strong> peso que había tomado, superior a mis fuerzas.<br />
Los espíritus que sucumben generalmente afirman que tenían una carga superior a sus fuerzas. Éste es<br />
un medio de excusarse a sus propios ojos, y un resto de orgullo: no quieren haber faltado por su culpa.<br />
Dios no da a nadie más carga de la que se puede llevar, ni pide a nadie más de lo que puede dar. No<br />
exige que <strong>el</strong> árbol naciente tenga los frutos de aqu<strong>el</strong> que está en toda su lozanía. Dios da a los espíritus la<br />
libertad, y lo que les falta es la voluntad, y la voluntad depende de <strong>el</strong>los solos. Con la voluntad no hay<br />
inclinaciones viciosas que no se puedan vencer, pero cuando uno se complace en una inclinación, es natural que<br />
no se hagan esfuerzos para vencerla. Es preciso, pues, no culpar sino a sí mismo de las consecuencias que<br />
resulten.<br />
P. Tenéis la conciencia de vuestras faltas, lo cual ya es <strong>el</strong> primer paso hacia vuestro<br />
mejoramiento.<br />
R. Esta conciencia es también un sufrimiento. Para muchos espíritus <strong>el</strong> sufrimiento es un<br />
efecto casi material, porque con tendencias afines aún a la materialidad de su última existencia, no<br />
perciben las sensaciones morales. Mi espíritu está separado de la materia, y <strong>el</strong> sentimiento moral ha<br />
aumentado, con todo, lo que las sensaciones que se creen físicas tenían de horrible.<br />
P. ¿Entrevéis un término a vuestros sufrimientos?<br />
R. Sé que no serán eternos. <strong>El</strong> término no lo entreveo todavía, porque me es necesario antes<br />
volver a empezar la prueba.<br />
P. ¿Esperáis volver a empezar pronto?<br />
R. No lo sé aún.<br />
P. ¿Tenéis <strong>el</strong> recuerdo de vuestros antecedentes? Os lo pregunto con un fin instructivo.<br />
R. Sí, tus guías están aquí y <strong>el</strong>los saben lo que te conviene. Viví en tiempo de Marco<br />
Aur<strong>el</strong>io. Entonces, poderoso también, sucumbí al orgullo, causa de todas las caídas. Después de<br />
estar errante siglos enteros, quise ensayar una vida oscura. Pobre estudiante, mendigué mi pan, pero<br />
<strong>el</strong> orgullo no me abandonaba; <strong>el</strong> espíritu adquirió ciencia, pero no virtud. Sabio y ambicioso, vendí<br />
mi alma al mejor postor, sirviendo a todas las venganzas y a todos los odios. Me reconocía<br />
culpable, pero la sed de honores, de riquezas, ahogaba los gritos de mi conciencia. La expiación fue<br />
también larga y cru<strong>el</strong>. En fin, quise en mi última encarnación volver a comenzar una vida de lujo y<br />
de poder. Pensando dominar los escollos, no hice caso de los avisos. Orgullo que de nuevo me<br />
condujo a fiarme de mi propio juicio antes que d<strong>el</strong> de los amigos protectores que no cesan de v<strong>el</strong>ar<br />
sobre nosotros. Tú sabes <strong>el</strong> resultado de esta última tentativa.<br />
Hoy comprendo ya, y espero en la misericordia d<strong>el</strong> Señor. Pongo a sus pies mi orgullo<br />
abatido, y le pido eche sobre mis espaldas la más pesada carga de humildad, y ayudado de su<br />
gracia, su peso me parecerá ligero. Orad conmigo y para mí. Rogad también para que este demonio<br />
de fuego no devore en vosotros los instintos que os <strong>el</strong>evan hacia Dios. Hermanos en sufrimiento,<br />
que mi ejemplo os sirva, y no olvidéis nunca que <strong>el</strong> orgullo es <strong>el</strong> mayor enemigo de la dicha, porque<br />
de él dimanan todos los males que atacan a la Humanidad y la persiguen hasta las regiones c<strong>el</strong>estes.<br />
<strong>El</strong> guía d<strong>el</strong> médium:<br />
“Tú has concebido dudas sobre este espíritu, porque su lenguaje no te parece conforme con<br />
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