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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

R. Todavía no he pensado ni reflexionado lo bastante para saberlo.<br />

19. ¿Durante vuestro largo aislamiento, y se puede decir vuestra cautividad habéis tenido<br />

remordimiento?<br />

R. Ni <strong>el</strong> menor, y por esto sufrí tanto tiempo. Cuando empecé a experimentarlos fue cuando,<br />

sin yo saberlo, se provocaron las circunstancias que motivaron mi evocación, a la cual debo <strong>el</strong><br />

principio de mi libertad. Gracias, pues, a vosotros, que habéis tenido piedad de mí y me habéis<br />

ilustrado.<br />

En efecto, hemos visto a los avaros sufrir a la vista d<strong>el</strong> oro, que para <strong>el</strong>los era una verdadera quimera. A<br />

los orgullosos, atormentados por la envidia de los honores que se hacían a los otros sin hacer caso de <strong>el</strong>los. A los<br />

hombres que gobernaron en la Tierra, humillados por <strong>el</strong> poder invisible que les obligaba a obedecer, y por la<br />

presencia de sus subordinados que ya no se doblaban ante <strong>el</strong>los. A los ateos, sufrir las agonías de la<br />

incertidumbre, encontrándose en un aislamiento absoluto en medio de la inmensidad, sin encontrar ningún ser<br />

que pudiera ilustrarles. En cl mundo de los espíritus, si bien hay goces para todas las virtudes, también hay<br />

castigos para todas las faltas, y aqu<strong>el</strong>las a las que no alcanza la ley de los hombres, son azotadas por la ley de<br />

Dios.<br />

Por lo demás, es notable que las mismas faltas, aunque cometidas en condiciones idénticas, son<br />

castigadas con penas muy diferentes, según <strong>el</strong> grado de ad<strong>el</strong>anto d<strong>el</strong> espíritu. A los espíritus más atrasados y en<br />

una naturaleza brutal, como <strong>el</strong> que nos ocupa, se les imponen penas en cierto modo más materiales que morales,<br />

mientras que sucede lo contrario en aqu<strong>el</strong>los cuya int<strong>el</strong>igencia y sensibilidad estén en mayor desarrollo. A los<br />

primeros les conviene un castigo apropiado a la rudeza de su envoltura, para hacerles comprender los<br />

inconvenientes de su posición, inspirándoles <strong>el</strong> deseo de salir de <strong>el</strong>la. Así es que sólo la vergüenza, por ejemplo,<br />

que les haría poca o ninguna impresión a sus ojos, será intolerable para los demás.<br />

En este código penal divino, la prudencia, la bondad y la previsión de Dios para sus criaturas se rev<strong>el</strong>an<br />

hasta en las cuestiones más pequeñas. Todo es proporcional, todo está combinado con admirable solicitud para<br />

facilitar a los culpables los medios de rehabilitarse. Se les toman en cuenta las menores aspiraciones d<strong>el</strong> alma.<br />

Según los dogmas de las penas eternas, por <strong>el</strong> contrario, en <strong>el</strong> infierno se confunden los pequeños con los grandes<br />

culpables, los que faltaron una sola vez, los que fueron cien veces reincidentes endurecidos, y los arrepentidos.<br />

Todo está calculado para retenerlos en <strong>el</strong> fondo d<strong>el</strong> abismo. No se les ofrece ninguna tabla de salvación, una sola<br />

falta puede precipitar en él para siempre jamás, sin que se tome en cuenta <strong>el</strong> bien que se ha hecho. ¿De qué parte<br />

están la verdadera justicia y la verdadera bondad?<br />

Así pues, esta evocación no ha sido casual. Como debía ser útil para este desgraciado, los espíritus que<br />

v<strong>el</strong>aban por él, viendo que empezaba a comprender sus enormes crímenes, han juzgado <strong>el</strong> momento oportuno<br />

para proporcionarle un eficaz socorro aprovechando todas las circunstancias propicias. Este es un hecho que<br />

vemos repetirse muchas veces.<br />

Con este motivo se nos ha preguntado lo que hubiera sido de él si no se le hubiese podido evocar, lo<br />

mismo que de los demás espíritus que, encontrándose en igual caso, tampoco pueden ser evocados o que nadie<br />

piensa en <strong>el</strong>los. A lo que hemos contestado que los caminos de Dios para la salvación de sus criaturas son<br />

innumerables. La evocación es uno de los medios para acudir en su socorro, pero ciertamente no es <strong>el</strong> único, y<br />

Dios no r<strong>el</strong>ega a nadie al olvido. Ademas, las oraciones colectivas deben tener su influencia sobre los espíritus<br />

accesibles al arrepentimiento.<br />

Dios no podía subordinar la suerte de los espíritus en sufrimiento a los conocimientos y a la buena<br />

voluntad de los hombres. Desde que éstos pudieron establecer y regularizar sus r<strong>el</strong>aciones con <strong>el</strong> mundo<br />

invisible, uno de los primeros resultados d<strong>el</strong> Espiritismo fue enseñarles los servicios que con <strong>el</strong> auxilio de estas<br />

r<strong>el</strong>aciones, podían prestar a sus hermanos desencarnados. Dios quiso, por este medio, probarles la solidaridad<br />

que existe entre todos los seres d<strong>el</strong> Universo y darnos una ley natural que sirviera de base al principio de la<br />

fraternidad.<br />

Abriendo este nuevo campo al ejercicio de la caridad, les enseña <strong>el</strong> lado verdaderamente útil y formal de<br />

las evocaciones, desviadas hasta entonces de su objeto providencial por la ignorancia y la superstición. Así pues,<br />

a los espíritus en sufrimiento en ninguna época les ha faltado socorro, y si las evocaciones les abren un nuevo<br />

camino para su salvación, quizá los encarnados ganan en <strong>el</strong>lo mucho más, porque para <strong>el</strong>los son nuevas<br />

ocasiones para hacer bien, instruyéndose al propio tiempo sobre <strong>el</strong> verdadero estado de la vida futura.<br />

Jacobo Latour<br />

Página 180

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