El Cielo y el Infierno
El Cielo y el Infierno
El Cielo y el Infierno
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
<strong>El</strong> Sr. Cardon<br />
Médico<br />
<strong>El</strong> Sr. Cardon había pasado una parte de su vida en la marina mercante en calidad de médico<br />
de un buque dedicado a la pesca de la ballena, adquiriendo en él costumbres e ideas un poco<br />
materiales. Retirado en la aldea de J..., ejercía en <strong>el</strong>la la modesta profesión de médico de la<br />
comarca. Desde algún tiempo tenía la certeza de que estaba atacado de una hipertrofia d<strong>el</strong> corazón,<br />
y sabiendo que esta enfermedad es incurable, la idea de la muerte le ocasionaba<br />
una gran m<strong>el</strong>ancolía, que nada podía distraer.<br />
Unos días antes predijo <strong>el</strong> día fijo de su muerte. Cuando se vio cerca de morir, reunió<br />
alrededor suyo a su familia para darle su último adiós. Su mujer, su madre, sus tres hijos y otros<br />
parientes estaban alrededor de su lecho. En <strong>el</strong> momento en que su mujer trató de levantarle, cayó<br />
desplomado, se puso de un azul lívido, sus ojos se cerraron, y se le creyó muerto. Su mujer se<br />
colocó ante él para ocultar este espectáculo a sus hijos. Después de algunos minutos volvió a abrir<br />
los ojos. Su cara, por decirlo así, iluminada, tomó una expresión de radiante beatitud, y exclamó:<br />
“¡Oh, hijos míos, qué b<strong>el</strong>leza! ¡Qué sublimidad! ¡Oh, la muerte! ¡Qué beneficio! ¡Qué cosa tan<br />
dulce! Estaba muerto y he sentido mi alma <strong>el</strong>evarse muy alto, muy alto. Pero Dios me ha permitido<br />
volver para deciros: No temáis la muerte, <strong>el</strong>la es la libertad... ¡Qué no pueda pintaros la<br />
magnificencia de lo que he visto, y las impresiones de que me he sentido penetrado! Pero no<br />
podríais comprenderlo... ¡Oh, hijos míos, conducíos siempre de modo que merezcáis esta inefable<br />
f<strong>el</strong>icidad, reservada a los hombres de bien. Vivid según la caridad. Si tenéis alguna cosa, dad una<br />
parte a aqu<strong>el</strong>los a quienes falta lo necesario... Mi querida esposa, te dejo en una posición que no es<br />
f<strong>el</strong>iz. Se nos debe dinero, pero te suplico no atormentes a los que nos deben. Si deben, aguarda que<br />
queden en paz, y a los que no puedan pagarte, haz <strong>el</strong> sacrificio de perdonarles la deuda: Dios te<br />
recompensará. Tú, hijo mío, trabaja para sostener a tu madre. Sé siempre honrado, y guárdate de<br />
hacer nada que pueda deshonrar a nuestra familia. Toma nuestra cruz que proviene de mi madre. No<br />
la dejes, y que <strong>el</strong>la te recuerde siempre mis últimos consejos... Hijos míos, ayudaos y sosteneos<br />
mutuamente. Que la buena armonía reine entre vosotros. No seáis ni vanos ni orgullosos. Perdonad<br />
a vuestros enemigos si queréis que Dios os perdone... Después, habiendo hecho acercar a sus hijos<br />
extendió sus manos hacia <strong>el</strong>los, y añadió: “Hijos míos, yo os bendigo.” Y sus ojos se cerraron, esta<br />
vez para siempre. Pero su rostro conservó una expresión tan imponente, que hasta <strong>el</strong> momento de<br />
enterrarle un gentío numeroso fue a contemplarle con admiración.”<br />
Habiéndonos sido transmitidos por un amigo de la familia estos interesantes detalles, hemos<br />
creído que esta evocación sería instructiva para todos, y al mismo tiempo útil al espíritu.<br />
1. Evocación.<br />
R. Estoy al lado vuestro.<br />
2. Se nos ha referido vuestros últimos instantes, que nos han llenado de admiración.<br />
¿Querríais ser lo bastante bueno para describirnos, mejor que no lo habéis hecho, lo que habéis<br />
visto en <strong>el</strong> intervalo de lo que se podría llamar vuestras dos muertes?<br />
R. ¡Lo que he visto!... ¿Podríais comprenderlo? Yo no lo se, porque no podría encontrar<br />
expresiones capaces de hacer comprensible lo que he podido ver durante los pocos instantes en que<br />
me ha sido posible dejar mi despojo mortal.<br />
3. ¿Os dais razón de dónde habéis estado? ¿Es lejos de la Tierra, en otro planeta o en <strong>el</strong><br />
espacio?<br />
Página 129