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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

vuestros ancianos sueños. En esos días derramaré mi espíritu sobre mis servidores y sobre mis<br />

servidoras y profetizarán”? (Hechos de los apóstoles, Cáp. II, v. 17 y 18). ¿No es esto la<br />

predicción de la mediumnidad dada a todo <strong>el</strong> mundo, aun a los niños, predicción que se realiza en<br />

nuestros días? ¿Ha anatematizado los apóstoles esta facultad? No, la anuncian como un favor de<br />

Dios, y no como obra d<strong>el</strong> demonio. ¿Los teólogos de nuestros días saben más sobre este punto que<br />

los Apóstoles? ¿No deberían, pues, ver <strong>el</strong> dedo de Dios en <strong>el</strong> cumplimiento de estas palabras?<br />

9. “Por medio de estas operaciones de la magia moderna vemos reproducirse entre nosotros<br />

las evocaciones y los oráculos, las consultas, las curaciones y los prestigios que han ilustrado los<br />

templos de los ídolos y los antros de las sibilas.”<br />

¿Dónde se ven las operaciones de la magia en las evocaciones espiritistas? Hubo un tiempo<br />

en que se podía creer en su eficacia, pero hoy son ridículas. Nadie cree en <strong>el</strong>las y <strong>el</strong> Espiritismo las<br />

condena. En la época en que florecía la magia no se tenía más que una idea muy imperfecta de la<br />

naturaleza de los espíritus, a los que se consideraba como seres dotados de un poder sobrehumano.<br />

No se les llama sino para obtener de <strong>el</strong>los, aunque fuese a precio d<strong>el</strong> alma, los favores de la suerte y<br />

de la fortuna, <strong>el</strong> descubrimiento de los tesoros o la rev<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> porvenir. La magia, con ayuda de<br />

sus signos, fórmulas y oraciones cabalísticas, tenía la reputación de facilitar pretendidos secretos<br />

para obrar prodigios, de obligar a los espíritus a ponerse a las órdenes de los hombres y satisfacer<br />

sus deseos. Hoy se sabe que los espíritus no son más que las almas de los hombres. No se les llama<br />

sino para recibir consejos de los buenos, moralizar a los imperfectos y para continuar las r<strong>el</strong>aciones<br />

con los seres que nos son queridos. He aquí lo que dice <strong>el</strong> Espiritismo sobre este punto.<br />

10. No hay ningún medio de obligar a un espíritu a venir a pesar suyo, si es vuestro igual o<br />

vuestro superior en moralidad, porque no tenéis ninguna autoridad sobre él. Si es vuestro inferior,<br />

lo podéis, si es para su bien, porque entonces os secundaran otros espíritus (<strong>El</strong> Libro de los<br />

Médiums, Cáp. XXV).<br />

Lo más esencial de todas las disposiciones para las evocaciones es <strong>el</strong> recogimiento cuando<br />

se quiere tratar con espíritus formales. Con la fe y <strong>el</strong> deseo d<strong>el</strong> bien se tiene más facultad para<br />

evocar los espíritus superiores. <strong>El</strong>evando <strong>el</strong> alma por algunos instantes de recogimiento, en <strong>el</strong><br />

momento de la evocación, se identifica uno con los buenos espíritus, y se les dispone a venir (<strong>El</strong><br />

Libro de los Médiums, Cáp. XXV).<br />

Ningún objeto, medalla o talismán tiene la propiedad de atraer o de rechazar a los espíritus.<br />

La materia no tiene ninguna acción sobre <strong>el</strong>los. Jamás aconseja un buen espíritu semejante absurdo.<br />

La virtud de los talismanes no ha existido nunca sino en la imaginación de las gentes crédulas (<strong>El</strong><br />

Libro de los Médiums, Cáp. XXV).<br />

No hay fórmula sacramental para la evocación de los espíritus. Cualquiera que pretenda dar<br />

una, puede tacharse de impostor, porque para los espíritus la forma no es nada. Sin embargo, la<br />

evocación debe hacerse siempre en nombre de Dios (<strong>El</strong> Libro de los Médiums, cap. XXVII).<br />

Los espíritus que dan citas en lugares lúgubres y a horas indebidas, son espíritus que se<br />

divierten a costa de los que les escuchan. Siempre es inútil y muchas veces p<strong>el</strong>igroso ceder a tales<br />

sugestiones. Inútil, porque no se gana con <strong>el</strong>lo más que <strong>el</strong> ser mistificado; y p<strong>el</strong>igro, no por <strong>el</strong> mal<br />

que puedan hacer los espíritus, sino por la influencia que esto pude ejercer sobre cerebros débiles<br />

(<strong>El</strong> Libro de los Médiums. cap. XXV).<br />

No hay días ni horas más especialmente propicias unas que otras para las evocaciones. Esto<br />

es completamente indiferente para los espíritus, como todo lo que es material, y sería una<br />

superstición <strong>el</strong> creer en esa influencia. Los momentos más favorables son aqu<strong>el</strong>los en que <strong>el</strong><br />

evocador puede estar lo menos distraído por sus ocupaciones habituales, y en que su cuerpo y su<br />

espíritu están con más calma (<strong>El</strong> Libro de los Médiums, cap. XXV).<br />

La crítica malévola se ha complacido en representar las comunicaciones espiritistas como<br />

rodeadas de las prácticas ridículas y supersticiosas de la magia y de la nigromancia. Si los que<br />

hablan d<strong>el</strong> Espiritismo sin conocerlo se hubiesen tomado <strong>el</strong> trabajo de estudiarlo, se hubieran<br />

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