02.05.2014 Views

El Cielo y el Infierno

El Cielo y el Infierno

El Cielo y el Infierno

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

¡Orgullosos! Se creen fuertes y piensan abatiros fácilmente. Vosotros, mis buenos amigos,<br />

estad tranquilos, y no temáis mediros con <strong>el</strong>los. Son más fáciles de vencer de lo que creéis. Muchos<br />

de entre <strong>el</strong>los tienen miedo y temen que la verdad venga por fin a deslumbrarles. Esperad, vendrán<br />

a su vez a ayudar al coronamiento d<strong>el</strong> edificio.<br />

Juliana-María<br />

Cualquiera que medite las palabras de este espíritu en estas tres comunicaciones encontrará una<br />

porción de enseñanzas. Todos los grandes principios d<strong>el</strong> Espiritismo se encuentran reunidos en <strong>el</strong>las. Desde la<br />

primera, <strong>el</strong> espíritu demuestra su superioridad por su lenguaje. Semejante a un hada benéfica, esta mujer<br />

resplandeciente hoy día, y como metamorfoseada, viene a proteger a aqu<strong>el</strong> que no la desechó cuando vestía los<br />

harapos de la miseria.<br />

Es una aplicación de estas máximas d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io: “Los grandes serán humillados y los pequeños serán<br />

<strong>el</strong>evados. Bienaventurados los humildes. Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados. No<br />

menospreciéis a los pequeños, porque aqu<strong>el</strong> que es pequeño en este mundo, puede ser más grande de lo que<br />

creéis.”<br />

Max, <strong>el</strong> mendigo<br />

En una aldea de Baviera murió, hacia <strong>el</strong> año 1860, un viejo casi centenario, conocido bajo <strong>el</strong><br />

nombre de Padre Max. Nadie conocía con certeza su origen, porque no tenía familia. Hacía medio<br />

siglo que, abrumado por enfermedades que le privaban de ganar la vida por <strong>el</strong> trabajo, no tenía otros<br />

recursos que la caridad pública, que disimulaba yendo a vender en las granjas y las quintas,<br />

almanaques y objetos insignificantes. Se le había dado <strong>el</strong> apodo de Conde Max, y los niños no le<br />

llamaban nunca sino <strong>el</strong> señor conde, y él se sonreía sin formalizarse. ¿Por qué este título? Nadie<br />

habría podido explicarlo, <strong>el</strong> caso es que era ya una costumbre. Quizá lo fuese por causa de su<br />

fisonomía y de sus maneras, cuya distinción contrastaba con sus harapos. Muchos años después de<br />

su muerte apareció en sueños a la h ija d<strong>el</strong> propietario de una de las quintas donde recibía<br />

hospitalidad en la cuadra, porque él no tenía domicilio, y le manifestó: “Gracias os doy de haberos<br />

acordado d<strong>el</strong> pobre Max en vuestras oraciones, porque han sido oídas d<strong>el</strong> Señor. Desearéis saber<br />

quién soy yo, alma caritativas que os habéis interesado por <strong>el</strong> desgraciado mendigo. Voy a<br />

satisfaceros, esto será para todos una gran instrucción.”<br />

Hizo entonces la r<strong>el</strong>ación siguiente, en estos términos:<br />

“Hace cerca de siglo y medio era un rico y poderoso señor de esa comarca. Pero vano,<br />

orgulloso y fatuo con mi nobleza. Mi inmensa fortuna no servía jamás sino para mis placeres, y<br />

apenas bastaba, porque era jugador disoluto y pasaba mi vida en las orgías. Mis vasallos, que creía<br />

habían sido creados para mi uso como los animales de las granjas, eran acosados y maltratados para<br />

atender a mis prodigalidades. Me hacía <strong>el</strong> sordo a sus quejas, como a las de todos los desgraciados,<br />

y a mi parecer, debían tenerse por muy honrados satisfaciendo mis caprichos. Morí en una edad<br />

poco avanzada, aniquilado por los excesos, pero sin haber experimentado ninguna desgracia<br />

verdadera. Al contrario, todo parecía sonreírme, de suerte que era a los ojos de los demás uno de los<br />

f<strong>el</strong>ices d<strong>el</strong> mundo. Mi rango me valió suntuosos funerales.<br />

“Los amigos de darse buena vida echaron de menos en mí al fastuoso señor, pero ni una<br />

lágrima fue derramada en mi tumba, ni una plegaria d<strong>el</strong> corazón se dirigió a Dios por mí, y mi<br />

memoria fue maldecida por todos aqu<strong>el</strong>los cuya miseria había aumentado. ¡Ah! ¡Qué terrible es la<br />

maldición de aqu<strong>el</strong>los a quienes se ha hecho desgraciados! ¡No ha cesado de resonar en mis oídos<br />

durante largos años, que me parecieron una eternidad! Y la muerte de cada una de mis víctimas era<br />

una nueva figura amenazadora e irónica que se levantaba ante mí y me perseguía sin descanso, sin<br />

poder encontrar un rincón oscuro donde ocultarme de su vista. ¡Ni una mirada de amigo! Mis<br />

Página 206

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!