El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
culpables d<strong>el</strong> penitenciario humano y derraman la esperanza y <strong>el</strong> consu<strong>el</strong>o en los corazones<br />
afligidos que sufren.<br />
P. Os habéis dedicado a la instrucción r<strong>el</strong>igiosa de niños pobres. ¿Os ha causado trabajo<br />
adquirir los conocimientos necesarios para la enseñanza d<strong>el</strong> catecismo, que sabíais de memoria a<br />
pesar de vuestra ceguera y de haberse cambiado?<br />
R. Los ciegos tienen en general los otros sentidos dobles, si puedo expresarme así. La<br />
observación no es una de las menores facultades de su naturaleza. Su memoria es como una<br />
pap<strong>el</strong>era donde están colocadas con orden. y no desaparecen nunca, las enseñanzas cuyas<br />
tendencias y aptitudes tienen. No siendo capaz de perturbar esta facultad ningún hecho exterior,<br />
resulta de <strong>el</strong>lo que puede ser desenvu<strong>el</strong>ta de una manera notable por la educación. No me<br />
encontraba en este caso, porque no había recibido educación.<br />
Doy gracias a Dios por haberme permitido que fuese bastante para llenar mi misión de<br />
abnegación al lado de aqu<strong>el</strong>los niños, lo que era al mismo tiempo una reparación por <strong>el</strong> mal ejemplo<br />
que les di en mi precedente existencia. Todo es objeto serio para los espiritistas. Para eso no deben<br />
sino mirar a su alrededor, y les será más útil que <strong>el</strong> dejarse extraviar por las sutilezas filosóficas de<br />
ciertos espíritus, que se burlan de <strong>el</strong>los, lisonjeando su orgullo con frases de gran efecto, pero vacías<br />
de sentido.<br />
P. Por vuestro lenguaje, os consideramos ad<strong>el</strong>antada int<strong>el</strong>ectualmente, lo mismo que vuestra<br />
conducta en la Tierra es una prueba de ad<strong>el</strong>anto moral.<br />
R. Me falta adquirir mucho todavía. Pero hay personas en la Tierra que pasan por<br />
ignorantes, porque su int<strong>el</strong>igencia está v<strong>el</strong>ada por la expiación. Mas estos v<strong>el</strong>os caen a la muerte, y<br />
los pobres ignorantes son muchas veces más instruidos que aqu<strong>el</strong>los que les desdeñaban. Creedme,<br />
<strong>el</strong> orgullo es la piedra de toque en que se reconocen los hombres. Todos aqu<strong>el</strong>los cuyo corazón es<br />
accesible a la lisonja, o que tienen demasiada confianza en su ciencia, están en <strong>el</strong> mal camino. En<br />
general no son sinceros. Desconfiad de <strong>el</strong>los. Sed humildes como Cristo, y llevad como él vuestra<br />
cruz con amor, a fin de tener acceso en <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os.<br />
Francisca Vernhes<br />
Ana Bitter<br />
La pérdida de un hijo adorado es una herida que causa terrible pesar. Pero ver un hijo único<br />
que prometía las más b<strong>el</strong>las esperanzas, en <strong>el</strong> que se han concentrado todos los afectos, desmedrarse<br />
a vuestra vista, extinguiéndose sin sufrimientos, por una de esas rarezas de la naturaleza que<br />
burlan la perspicacia de la ciencia. Haber agotado inútilmente todos los recursos d<strong>el</strong> arte y<br />
adquirido la certeza de que no hay ninguna esperanza, y sufrir esta angustia todos los días, durante<br />
largos años, sin prever su término, es un suplicio cru<strong>el</strong> que la fortuna aumenta, lejos de endulzarlo,<br />
porque no se tiene la esperanza de verla gozar a un ser querido.<br />
Tal era la situación d<strong>el</strong> padre de Ana Bitter. Así es que una sombría desesperación se<br />
apoderó de su alma. v su carácter se agriaba más y más a la vista de ese espectáculo lastimoso, cuyo<br />
desenlace no podía ser sino fatal, aunque indeterminado. Un amigo de la familia, iniciado en <strong>el</strong><br />
Espiritismo, creyó debía interrogar a su espíritu protector sobre <strong>el</strong> particular, y recibió la<br />
contestación siguiente:<br />
“Con mucho gusto te daré la explicación d<strong>el</strong> extraño fenómeno que tienes a la vista, porque<br />
sé que, al pedírm<strong>el</strong>a tú, no te mueve una curiosidad indiscreta sino <strong>el</strong> interés que tienes por esta<br />
pobre niña, y porque será para ti, creyendo en la justicia de Dios, una enseñanza provechosa.<br />
Aqu<strong>el</strong>los a quienes quiere herir <strong>el</strong> Señor deben bajar su frente y no maldecirle y reb<strong>el</strong>arse, porque<br />
no hiere jamás sin causa. Pronto debe venir entre nosotros la pobre joven, cuyo decreto de muerte<br />
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