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15<br />
Dos noches después, cuando Dora llegó a su casa para quedarse con Sami, Mel le dio un beso a la niña<br />
en su rubia cabecita y salió de casa. Era noche de bolera con sus amigos y compañeros. Incluso Robert<br />
estaría, pues estaba pasando unos días en Múnich, y podrían verse. Cuando llegó a la calle, arrancó su<br />
vehículo y, tras subir la música a tope, como siempre, se encaminó hacia donde había quedado con<br />
ellos.<br />
Björn, que en ese momento estaba parado en el vado de su garaje, hablaba por teléfono.<br />
—Iremos al Sensations, ¿te parece bien?<br />
La mujer que había al otro lado del teléfono contestó y Björn sonrió: tenía una gran noche morbosa<br />
por delante. De pronto, la música atronadora de un coche que pasaba por delante de él llamó su<br />
atención y no se sorprendió al ver a Mel conduciendo.<br />
—Kristel..., tengo que dejarte. En un rato te vuelvo a llamar —dijo rápidamente antes de colgar.<br />
Dispuesto a seguir a Mel, se sumergió en el tráfico y la siguió hasta llegar a un centro comercial.<br />
Allí la vio aparcar el coche y bajar. Vestía como casi siempre, de negro, y de pronto la vio sonreír y<br />
saludar a alguien. Al mirar, vio que se trataba de un hombre de su edad. Al llegar junto a ella, él dijo<br />
algo y Mel, soltando una carcajada, le dio un puñetazo amistoso en el hombro.<br />
Sorprendido por la risa sincera de ella, Björn decidió seguir su rastro. Aparcó su Aston Martin y,<br />
sin demora, echó a andar tras ellos, que parecían absortos en una divertida conversación.<br />
Llegaron hasta la bolera del centro comercial y Björn, con cuidado de no ser visto por Mel, fue a la<br />
cafetería del local y pidió algo de beber. Sin quitarle ojo, observó cómo los hombres y la única mujer<br />
que la esperaban la saludaban con un extraño choque de manos y no con dos besos. Poco después,<br />
observó que uno de los hombres le entregaba un par de zapatos especiales para jugar a los bolos y ella<br />
se los ponía.<br />
Durante más de media hora, Björn la estuvo viendo jugar. Era buena. Realmente todos ellos eran<br />
muy buenos jugadores y sonrió al oírla gritar y saltar como una loca al hacer strike.<br />
Mel, ajena a su mirada, se divertía con sus compañeros.<br />
—Neill, ¡supera ese strike!<br />
—Nena..., ¡eres buenísima! —aplaudió Robert.<br />
—Gracias, nene... —Y guiñándole un ojo, reconoció—: Tuve un buen maestro.<br />
Al oírlos, Romina, la mujer de Neill, sonrió y, levantando su botella de cerveza, gritó:<br />
—Vamos, cariño, tira todos los bolos y machaca a estos listos.<br />
Pero el tiro de Neill no fue bueno y de nuevo Mel saltó de contento riendo a carcajadas. Fraser y<br />
Hernández, al verla, se levantaron de su silla, la abrazaron y después la izaron.<br />
Björn quiso marcharse..., quiso desaparecer de allí, pero el espectáculo que ella ofrecía, con<br />
aquella candorosa sonrisa que nunca esbozaba ante él, lo tenía con los pies pegados al suelo y sólo<br />
deseaba acercársele, cogerla entre sus brazos y besarla.<br />
¿Qué le estaba ocurriendo con aquella mujer?<br />
Decidieron pedir una nueva ronda de bebida y esta vez fue Mel la encargada de ir a la barra. Björn,